miércoles, 24 de septiembre de 2014

Capitulos 107

Paula bajó la mirada y, horrorizada, vio
que solo llevaba puesta la bata con la
que Fabricio la había tapado.

—No te preocupes, Pau—dijo
Gonzalo con voz tranquilizadora—. Haré
que el coche se acerque hasta la
misma entrada. Te
rodearemos y saldremos rápido hasta
el coche. Te llevaré a mi casa.

Ella sacudió la cabeza.
—Quiero irme a casa. A mi
apartamento.

Fabri y Gonza intercambiaron una
corta y preocupada mirada.

Para
cuando llegaron a la salida, Gonzalo como prometió,
la taparon tan bien que era
complicado ver quién era o lo que
llevaba puesto.
La rodearon mientras ella se metía en
el coche, y, luego, la siguieron con
rapidez antes de cerrar la puerta a
sus espaldas.

—¿Cuánto tiempo habéis estado
juntos? —le exigió Gonzalo.

—No es de tu incumbencia —
contestó Paula fríamente.

La expresión en el rostro de Gonzalo se
volvió tempestuosa.
—Y una mierda. Ese hijo de puta ha
abusado y se ha aprovechado de ti.

—Oh, por favor. No lo hizo. Era una
relación completamente consensuada. Deja ya ese papel de puritano
por un segundo. Pedro no me ha
hecho nada que yo no quisiera. Me
dejó muy claro a lo que estaba
accediendo cuando empezamos esta
relación. Todo lo que has soltado por
esa boca han sido gilipolleces. Soy
una mujer adulta, lo quieras tú o no.
Una mujer adulta que sabe
exactamente lo que quiere, y yo
quiero a Pedro.

—No me puedo creer que te hiciera
esto. No me puedo creer que te
hiciera pensar que esto era normal.
¿Qué pasará cuando te quieras ir con
otra persona y empieces a buscar la
misma mierda? ¿Qué pasará si te lías
con un cabrón que te trata mal y que
abusa de ti?

Paula puso los ojos en blanco; la
furia se estaba adueñando de ella.
—Vosotros dos no sois más que unos
malditos hipócritas.

Fabricio parpadeó, sorprendido al verse
incluido en el insulto.

—¿Vosotros queréis que las mujeres
piensen que es normal que se la tiren
dos tíos, o que vosotros dos siempre
queráis compartir la misma tía? ¿Y
qué pasa con sus expectativas? ¿Qué
pasa cuando ellas quieran
empezar otra relación? ¿Se supone
que tienen que pensar que está bien
que dos hombres se la quieran follar
al mismo tiempo?

—Por qué dices eso, Paula.
¿Dónde has escuchado todo eso? —le
exigió Fabricio.

Ella se encogió de hombros.
—Es de dominio público en la oficina.
Y tras esa cena que tuvimos juntos
una noche cuando la morena esa sacó
esas garras suyas, ya me quedó más
que confirmado.

—No estamos hablando de Fabricio y de
mí —gruñó Gonzalo—. Estamos
hablando de ti y de Pedro. Te saca
Once años, Paula. Hace firmar
un maldito contrato a todas las
mujeres con las que se acuesta. ¿Esa
es la clase de relación que quieres?
¿No crees que te mereces algo mejor?

—Sí que me merezco algo mejor —
dijo con suavidad, la traición y el
dolor se le estaban agolpando tanto
en la garganta que la estaban hasta
asfixiando. Cada respiración dolía.
Cada respiración la sentía como si se
fuera a morir. Y lo estaba haciendo,
al menos por dentro. Nunca había
sentido un dolor como este. Era
devastador. Podía sentir cómo se
rompía en pedacitos.
Se aferró a la bata con más fuerza
mientras sus labios temblaban y
miraba a los ojos a su hermano y a
Fabri.

—Me merezco un hombre que no se
amilane y que luche por mí, un
hombre que siempre me defienda.
Pedro no ha hecho ninguna de esas
cosas. Estábamos planeando contarte
lo nuestro cuando volvieras esta
semana. Irónico, ¿verdad? Me
pregunto lo diferentes que serían las
cosas si hubiéramos podido decírtelo
bajo nuestros términos en vez de que
irrumpieras en su apartamento así.
Supongo que ya nunca lo sabremos.

A Fabricio se lo veía inquieto, y luego
hizo una mueca con los labios. Gonzalo
simplemente estaba enfadado.

Ella se rio con amargura.
—Supongo que tendré que buscarme
un nuevo trabajo también. Qué pena,
porque de verdad que me gustaba el
que tenía.

—Puedes trabajar para mí —dijo
Gonzalo con severidad—. Es lo que
deberías haber hecho desde el primer
momento.

Ella sacudió la cabeza con
vehemencia.
—Oh, no. No voy a volver a poner un
pie en HCM. No me voy a torturar
diariamente al tener que ver a Pedro.

—¿Qué vas a hacer entonces? —le
preguntó Fabricio con amabilidad.

Ella quitó toda expresión de sus
labios y el rencor se le arremolinó en
el pecho.
—No lo sé ahora mismo. Supongo
que tengo tiempo de sobra para
pensarlo.

Cuando Paula entró en su
apartamento vestida solamente con
una bata, y con Fabricio y Gonzalo
escoltándola a ambos lados de forma
protectora, Caroline se precipitó
hacia ella con una expresión llena de
preocupación en el rostro.

—¿Paula? ¿Qué ha pasado?
¿Estás bien?

Paula abrazó a su amiga y, para
su horror, se deshizo en lágrimas. Ya
no podía seguir manteniendo la
compostura.
Caroline la abrazó con fuerza y luego
estalló contra Gonza y Fabri
exigiéndoles saber qué es lo que le
habían hecho.

—Solo haz que se vayan, Caro —dijo
Paula entrecortadamente—.
Ahora que estoy contigo, ya estoy
bien.

Caroline la llevó hasta el sofá, la
ayudó a sentarse y luego se quedó de
pie para mirar fríamente a los dos hombres.

—Ya la habéis oído. Fuera. Yo me
encargo de la situación.

Gonzalo gruñó y luego se acercó al sofá
donde Paula estaba sentada. Se
la quedó mirando durante un buen
rato y luego suspiró al tiempo que la
estrechaba entre sus brazos.

—Lo siento, peque. Sé que esto te ha
hecho daño. Te juro por Dios que no
teníamos ninguna intención de que
pasara. No teníamos ni idea de que tú
y Pedro estabais juntos. Él me mandó
un mensaje al móvil y me dijo que
tenía algo importante que discutir
conmigo cuando volviera. Esa es la
razón por la que fui a su apartamento
y entré sin más. Fabricio y yo tenemos
copias de la llave que lleva a su
planta. Joder, asumí que serían
negocios. Parecía urgente, así que
fuimos tan pronto como llegamos a
la ciudad.

Paula se aferró a su hermano
mayor y dejó que le cayeran las
lágrimas, tal y como había hecho
tantas otras veces mientras crecía.
—No estoy enfadada contigo —
susurró—. Estoy furiosa con él. Si no
tiene los huevos para enfrentarse a ti
o a Fabricio por mí, entonces no lo
quiero. Me merezco a alguien mejor.

Gonzalo le acarició el pelo con la mano.
—Sí que te mereces a alguien mejor,
peque. Pedro es (o era) mi amigo,
pero no lo estoy excusando. Él hace
lo que le da la gana en lo que se
refiere a mujeres, y o todo va a su
manera, o a la mierda.

—¿Y tú eres diferente? —le dijo de
forma acusadora mientras se
separaba.

Gonzalo suspiró y desvió la mirada hacia
Fabricio, que parecía estar igual de
incómodo.
—No quiero discutir esto contigo —
dijo con suavidad—. No tiene
ninguna relevancia en lo que ha
pasado esta noche.

Paula puso los ojos en blanco.
Típico de los tíos dejar de lado las
cosas. Si hubiera sido otra mujer a la
que hubieran visto con Pedro al
entrar en el apartamento, ambos se
hubieran ido en silencio, o, quién
sabe, a lo mejor se hubieran quedado
a mirar. No le habrían dedicado ni un
solo pensamiento a la mujer y casi
seguro que le habrían dado una
palmadita a Pedro en la espalda.

Pero ella no era cualquier mujer. Era
Paula. La hermana de Gonzalo y, en
la práctica, de Fabricio también. Lo que
significaba que las reglas cambiaban.

—Idos los dos —le dijo en voz baja—.
Caro está aquí, así que estaré bien.

Gonzalo paseó la mirada entre las dos
mujeres.
—No quiero que estés sola, Pau.

—No está sola —dijo Caroline con
exasperación—. ¿De verdad crees que
la podría dejar sola ahora mismo?

—Pero tienes que trabajar —añadió Fabricio frunciendo el ceño.

Paula sacudió la cabeza.
—Por el amor de Dios. ¿Pensáis que
me voy a cortar las venas o algo?
Estoy enfadada y molesta, pero no
soy estúpida ni una suicida.

—Vendré a ver cómo estás mañana —
sentenció Gonza—. Y vas a pasar el
Día de Acción de Gracias conmigo. ¿Entendido? No vas a estar
como un alma en pena alrededor de
Pedro.

Paula suspiró.
—Como tú digas. Solo vete. Quiero
llorar sola y no con vosotros dos
agobiándome. La situación ya es lo
suficientemente humillante. He
sentido suficiente humillación esta
noche como para que me dure para
el resto de mis días.

Fabricio se sintió avergonzado.
—Estoy de acuerdo.

Reacio, Gonzalo se levantó del sofá y se
encaminó hacia la puerta. Pero luego
se paró y se dio la vuelta.

—Vendré mañana y cenaremos. Fabricio
y yo planearemos algo para el Día de
Acción de Gracias y ya te
informaremos con lo que sea.

Pau asintió, cansada. Ella solo
quería que se fueran para poder estar
a solas con Caroline y contarle todas
sus penas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario