sábado, 6 de septiembre de 2014

Capitulo 50

Pidió un whisky escocés y esperó
mientras el camarero lo preparaba.

Después, se dio la vuelta y buscó a
Pedro y a su padre entre el gentío.

Aún estaban justo donde ella los
había dejado, y Pedro parecía de todo
menos contento.

Su rostro denotaba frialdad, y sus
ojos severidad. Era como si estuviera
enfrentándose a un oponente al que
de verdad deseara borrar de la faz de
la tierra.

Paula suspiró. Sabía que tenía
que ser una lástima que tus padres se
separaran después de tantos años.
Pedro había crecido en un ambiente
estable y familiar mientras que ella y Gonzalo habían estado luchando por
volver a recomponerse cuando sus
padres murieron. Mirándolo bien, el
divorcio de los padres de Pedro se
parecía bastante a haberlos perdido a
ambos aunque siguieran estando
vivos, porque nada volvería a ser
otra vez igual y él no tendría más
remedio que entender a sus padres
como entidades separadas.

Paula hizo un mohín con los
labios cuando vio a Stella volver a
donde Pedro y Horacio se
encontraban. La mujer no vaciló lo
más mínimo en coger del brazo a
Pedro mientras le sonreía radiante y
flirteaba con él con descaro.

La risa de Stella sonaba como un
tintineo, y esta se hizo evidente a los
oídos de Paula cuando se acercó
un poco más a ellos con la bebida.

Para su sorpresa, Pedro le devolvió la
sonrisa a la mujer con una propia,
seductora y matadora, que hizo que
Paula retrocediera al instante.

Era una sonrisa que usaba
cuando estaba de caza. Una sonrisa
que le indicaba a la mujer que no
había ninguna duda de que estaba
interesado.

¿Qué narices estaba pasando?
se quedó a unos cuantos
pasos de ellos, que aún no se habían
percatado de su presencia, e intentó
controlar la feroz envidia —y rabia—
que le corría por las venas. Intentó
recordarse que ella no era una
persona celosa, pero a la mierda.

Estaba loca de celos y no quería más
que arrancarle a esa rubia los pelos
de raíz. ¿Se había vuelto loco? ¿Este
era el tipo de mujer que le atraía?
¿Una que solamente se interesaba en
él por lo que pudiera pillar
económicamente?
Estaba claro que él prefería evitar los
enredos emocionales en sus
relaciones. Lo había dejado más que
claro. Pero habiendo un contrato
firmado con Paula de por medio,
tendría que pasar por encima de su
cadáver si quería flirtear con esa
zorra. Les daría una buena tunda a
ambos si hacía falta.

Se acercó a ellos y le
tendió la bebida a Horacio.
—Gracias, querida —dijo el señor
Alfonsocon una sonrisa amable.

Stella le hizo entonces un mohín a
Pedro.
—Baila conmigo, Pedro. La música
está ahí desperdiciándose y yo estoy
más que lista para bailar.

Pedro se rio entre dientes y a Paula el sonido la puso de los nervios.

—Si nos perdonas… —le dijo a
su padre. Ni siquiera la miró a ella
cuando condujo a Stella hasta el área
reservada para bailar.

Paula se los quedó mirando
completamente atónita mientras
Pedro la estrechaba entre sus brazos
—acercándola mucho, muchísimo,
más cerca de su cuerpo de lo que era
necesario en cualquier baile casual—
y le regalaba una sonrisa. ¡Una
sonrisa! Él, que apenas sonreía a
nadie.

La había dejado con su padre, una
situación bastante incómoda dado el
hecho de que Pedro se había largado
con la que era su acompañante. Y no
podría escaparse al cuarto de baño
otra vez. Ya había utilizado esa
excusa.

Se dio cuenta de que el Horacio
había fruncido el ceño mientras su
mirada se dirigía al punto de la sala
donde Pedro y Stella estaban
bailando. Ella misma era incapaz de
desviar la suya. Cuando vio a Pedro
deslizar una de sus manos por el
cuerpo de la mujer de manera
provocativa, la furia le aumentó por
momentos.

A la mierda con todo. No se iba a
quedar en la fiesta cuando él
estaba manoseando a otra tía delante
de sus narices. ¡Y nada menos que
con la mujer con la que estaba
saliendo su padre! Ya había hecho su
trabajo. Había sido amable y cordial,
había encantado a los inversores y
había soltado de un tirón toda esa
información inútil que había estado
memorizando durante toda esa tarde.

Tenía mejores cosas que hacer.
Principalmente irse a casa y
desahogarse con Caroline.

—Qué imbécil —dijo Caroline—. No
me puedo creer que dejara que esa
zorra se le acercara de esa manera.
¡Especialmente cuando te tiene a ti!

Paula sonrió ante la fiera lealtad
de su amiga. Las dos se encontraban
tiradas en el sofá después de haberse
desecho del vestido que solamente
servía como burla y recordatorio de
la noche que había pasado. No estaría
tan espectacular con ese vestido
cuando el interés de Pedro se había
centrado en una zorra.

Nadie estaba al corriente de su
relación con él, lo que significaba
que nadie sabía realmente la
vergüenza que había pasado, pero eso
no la había librado de sentir la gran
humillación que había sentido.

—A saber qué es en lo que estará
pensando —dijo Paula con pocas
energías—. Pero yo no me iba a
quedar allí viéndolos a los dos
haciéndose ojitos el uno al otro. Era
asqueroso.

—¡Y no deberías! —exclamó Caroline.
Sus ojos brillaron entonces con una
luz repentina, señal más que evidente
para Paula de que
probablemente lo más seguro hubiera
sido salir corriendo.

—¿Y es tan bueno en la cama como
me imagino?

Paula suspiró de exasperación.
—Por el amor de Dios, Caro.

—Eh, dame algo por donde empezar.
Lo único que tengo yo son tus
fantasías y tú ya tienes al de verdad.

—Es un dios, ¿de acuerdo? Me dejó
fascinada y muerta. Nada ni nadie
con quien poder compararlo. Y eso
que yo creía que había tenido buen
sexo en el pasado, salvo que nunca
había sido nada tan intensamente
bueno como para compararlo con
esto.

—Joder —dijo Caroline con un tono
de voz apenado—. Sabía que algo
fuerte estaba pasando cuando me
llamaste para que te preparara la
bolsa. No llevabas ni un solo día
trabajando para él y ya te quedabas a
dormir en su casa. El tío se mueve
rápido. Eso se lo tienes que
reconocer.

—Sí, moverse rápido lo hace
estupendamente —dijo Paula con
el ceño fruncido.

—¿Quieres que pidamos algo fuera y
luego nos atiborramos del helado que
hay en el congelador? ¿O ya has
comido?

Paula sacudió la cabeza.
—Supuestamente íbamos a cenar
después de la fiesta. Eso fue hasta
que la rubia siliconada entrara en
escena.
Caroline alargó la mano para coger el
teléfono.

—¿Pizza te parece bien?

—Divinamente —dijo en voz baja.
Mientras Caroline buscaba el teléfono
en la agenda, el timbre de la puerta
sonó. Paula se levantó y le hizo
un gesto con la mano a Caroline para
que no se moviera.

—Encarga tú la comida. Yo voy a ver
quién es.

Se fue hacia el portero y presionó el
botón.

—¿Sí?

— Paula, mueve el culo hasta
aquí ahora mismo.

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Que carajos! Un tarado este Pedro.jajaja
Comenten
Gracias x leer!
Soy @letipauliter

3 comentarios:

  1. No podés dejarnos así. Ayer no subiste caps, x lo menos merecemos 1 ó 2 más.

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  2. Ah q maldad dejarlo ahi!!! Jajaja Y pp se merece una buena patada en el traste! mimiroxb

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  3. Bien por Paula, una patada en el tobillo se merece él jajajajajaj

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