miércoles, 24 de septiembre de 2014

Capitulo 109

Paula salió de La Pâtisserie con
el corazón oprimido mientras la
tristeza se colaba hasta el último
rincón de su alma. Debería estar
feliz. Había vuelto a conseguir su
antiguo trabajo. Louisa y Greg habían
estado más que encantados de verla y
le habían ofrecido el mismo horario
flexible de antes. La verdad era que
quería trabajar tanto como fuera
posible para no tener tiempo para
pensar. Así no se pasaría cada minuto
del día reviviendo cada momento que
había pasado con Pedro.

Y La Pâtisserie era solo temporal esta
vez. Le había dejado claro a Louisa y
Greg que estaba buscando otros
trabajos. Trabajaría en la cafetería
mientras exploraba otras
posibilidades y luego daría ese paso.

Dejaría de esconderse y afrontaría el
futuro. Un futuro sin Pedro Alfonso.
Le entró un escalofrío debido al frío
tan húmedo que hacía. El día estaba
gris, nublado y deprimente, así que
encajaba perfectamente con su estado
de ánimo. No había dormido nada la
noche anterior. ¿Cómo podía?
Caroline se había quedado despierta
con ella hasta que empezó a bostezar
y la mandó a la cama.

Luego ella se tumbó en la suya y se
quedó mirando fijamente al techo,
recordando cada minuto de la
relación que había tenido con Pedro.

Miró el reloj y se dio cuenta de que
tendría que coger un taxi en vez de ir
a pie, como había tenido intención de
hacer. Gonzalo llegaría pronto a su
apartamento y no quería que
empezara a perder los papeles por su
culpa otra vez.
Se pegó el abrigo más a ella y
atravesó la marabunta de gente y la
acera mojada para llegar a la esquina
y poder parar un taxi.

Lo que más le costaba ahora mismo
era volver a la rutina que una vez
había considerado cómoda y
reconfortante. Antes no había salido
de su burbuja. No se había
arriesgado.
Estar con Pedro claramente la había
sacado de esos límites, y había
comenzado a vivir de verdad. Había
empezado a experimentar el mundo
que la rodeaba. A aceptar nuevos
retos.
No, en realidad lo que más le costaba
ahora no era reajustarse a su antigua
rutina, sino estar sin Pedro.

Se había acostumbrado a saborear
cada momento que había tenido con
él. Y habían tenido muy buenos
momentos. Era un maldito
mentiroso si pensaba que no estaba
mezclando tantos sentimientos como
ella. Lo conocía demasiado como
para tragarse ese rollo. Sabía que
estaba sintiendo cosas por ella. Y
quizás ese era el mayor delito que
Paula había cometido.

Hacer que se enamorara de ella.

Si él no hubiera comenzado a mezclar
emociones probablemente ahora aún
seguirían juntos.
Después de que le pasaran tres taxis
por delante, el cuarto por fin se paró
y entró. Se sentía
agradecida de poder al fin
resguardarse del frío. Una vez le
hubo facilitado al taxista la dirección
de su apartamento, se echó contra el
respaldo de su asiento y se quedó
mirando por la ventana cómo la
ciudad iba pasando a su alrededor.

¿Qué estaría haciendo Pedro ahora?
¿Habría ido a trabajar? ¿Estaría
pasando página como si ella nunca
hubiera ocupado una parte de su
vida? ¿O estaría tan deprimido como
ella?

Esperaba con todas sus fuerzas que
sí. Si había justicia en este mundo, debería estar sufriendo tanto
como ella.

Cuando llegó a su apartamento, vio el
coche de Gonzalo aparcado en la
entrada del edificio. Fabricio estaba de
pie con la puerta abierta, y, cuando
vio a Pau bajarse del taxi, le
hizo un gesto con la mano para que
se acercara.

—Gonzalo acaba de subir a buscarte —
dijo—. Deja que lo llame para
decirle que estás aquí.

Mientras sacaba el móvil, le indicó
que se subiera al asiento trasero y
luego cerró la puerta una vez estuvo
acomodada. Un momento más tarde,
se sentó en el asiento del copiloto.

—¿Estás bien, cariño? —le preguntó.

—Estoy bien —mintió.

Gonzalo tomó asiento al volante y le
dirigió una mirada a Paula a
través del retrovisor.

—¿Dónde has estado, peque?

—Buscándome un trabajo.

Los muchachos fruncieron el ceño.
—No creo que sea una buena idea
que vuelvas a trabajar tan pronto —
dijo Gonzalo—. Deberías tomarte un
descanso. Ya sabes que yo te ayudaré.

—No empiezo hasta después del Día
de Acción de Gracias —comentó ella.

Fabricio se giró en el asiento mientras se adentraban en el tráfico de la
carretera.
—¿Dónde vas a trabajar?

—He conseguido mi antiguo trabajo
en La Pâtisserie. Louisa y Greg son
buenos conmigo y yo disfruto
trabajando para ellos.

Gonzalo suspiró.
—Estás hecha para hacer más cosas
que trabajar en una confitería, Pau.

—Ten cuidado, Gonzalo —dijo ella—. Esa
clase de pensamiento fue el que me
hizo ir a trabajar para Pedro,
¿recuerdas?
Además, esto es solo temporal —
continuó suavemente—. Voy a ir a
por otras oportunidades de trabajo.
Pero por ahora necesito trabajar.
Necesito tener algo que hacer. Greg y
Louisa saben que, cuando encuentre
un trabajo diferente, me voy. Y están
de acuerdo.

Tenía en la punta de la lengua
preguntarles sobre Pedro, pero se la
mordió. Se negaba a ceder ante la
tentación. No quería parecer una
imbécil dependiente y desesperada,
incluso aunque fuera así como se
sentía de verdad.

Casi como si le leyera la mente, Fabricio
se volvió a girar hacia atrás.
—Si te hace sentir mejor, Pedro no
tenía muy buen aspecto esta mañana.
No parecía ni estaba mucho mejor
que tú.

Era difícil no reaccionar a las
palabras de Fabricio. Necesitó toda la
fuerza que tenía, y más, actuar
impávida, como si no le importara.
Quería gritarle a alguien —quien
fuera— y decirle que no tenía por
qué ser de esta manera. Lo único que
Pedro tenía que haber hecho era
hablar. Si le hubiera dado alguna
señal de que la quería con él, ella
nunca lo habría dejado. Estaría con él
incluso ahora si le hubiera dado
alguna indicación de que eso era lo
que él quería.

Pero en vez de eso, había soltado
todo ese rollo de que era mejor así.
¿Mejor para quién? Estaba más claro
que el agua que para ella no. Y
tampoco parecía ser un camino de
rosas para él.

—No quiero hablar de él —dijo en
voz baja—. No quiero escuchar su
nombre.

Gonzalo asintió, de mutuo acuerdo, y le
lanzó a su amigo una mirada de reproche.

Este último se encogió de hombros.
—Solo pensé que querrías saberlo.

Y quería. Por supuesto que quería.
Pero nunca lo admitiría. Ella tenía
orgullo también, incluso aunque lo
hubiera sacrificado todo por Pedro.

—Vamos a hacernos un viajecito para
Acción de Gracias —le informó Gonza
mientras alzaba la mirada hacia el
espejo retrovisor otra vez—. Nos
vamos el miércoles y volvemos el
domingo.

Paula arqueó una ceja.
—¿Adónde vamos?

—Al Caribe. Algún lugar cálido y
agradable. Con mucho sol y playas.
Te animará.

Ella lo dudaba, pero no iba a ser una
aguafiestas. Los ojos de Gonzalo estaban
llenos de esperanza. Estaba
intentando con todas sus fuerzas
ayudarla a recoger los trozos en los
que el corazón se le había partido.
Nunca había podido soportar verla
disgustada por nada, y siempre hacía
todo lo que estaba en su mano para
hacerla sentir mejor.

—Eh, y conseguirás verme en
bañador —dijo Fabricio con una sonrisa
traviesa en el rostro—. Eso ya debe
alegrarte el año entero.

Paula puso los ojos en blanco,
aunque una sonrisa se entreveía en
las comisuras de sus labios. Pero
luego suspiró porque Fabricio no iba a
pasar el Día de Acción de Gracias con
su familia. Nunca lo hacía. Siempre
pasaba las festividades solo, o con
ella y Gonza, o con Pedro. Le dolía en
el alma no tenía a
nadie, y ella conocía bien esa
sensación ahora. Era una mierda.

—Eso está mejor —dijo Gonzalo con los
ojos llenos de alivio y aprobación—.
Quiero verte sonreír otra vez, peque.

La sonrisa la sentía forzada. Era
bastante complicado sonreír cuando
su corazón yacía apuñalado y roto en
pedazos. A lo mejor sonaba
melodramático, pero era apropiado.

—¿Necesitas ir de compras para el
viaje? —preguntó Fabri con voz
persuasiva—. Gonza y yo tenemos el
resto de la semana libre. Podríamos
llevarte mañana por si necesitas cosas
para la playa.

Ambos estaban intentando animarla
tanto que ella no quería ponérselo
más difícil. Así que sonrió y asintió.

—Tiene pinta de ser divertido.

El alivio que vio en los ojos de Gonzalo
le indicó que había hecho lo
correcto. Lo último que quería era
preocuparlo… y él ya estaba
preocupado.
Tanto él como Fabri la mantendrían
ocupada durante Acción de Gracias, y
el lunes volvería a su antigua vida.

A
trabajar en La Pâtisserie, a vivir con
Caroline en su apartamento, a
intentar olvidar que por un corto
plazo de tiempo ella había significado
el mundo entero para Pedro Alfonso, o
que él aún lo seguía significando para
ella.

----------------------------------------------

Mañana empieza la remada...

A partir de manaña subo de a 2 dos caps. Ya q estamos a muy poquitos capitulos!
Comenten mucho porfa
Gracias x leer!
Soy @letipauliter

5 comentarios:

  1. Y pp no piena hacer nada?? Q se ponga los pantalones y enfrente al hermano de una vez!! mimiroxb

    ResponderBorrar
  2. Ayyyyyyyy, x favor, que PP luche x Pau, lo que sí ella lo va a hacer remar en gelatina jajaja.

    ResponderBorrar
  3. Quiero saber que dice Pedrooooooooooooo. Ay ansiosa, ¿donde no? JAJAJA.

    ResponderBorrar
  4. Pedrooooo ¡ dale nene hace algo !¡ no seas cobarde jajajajajajja la q se tomaba todo a pecho

    ResponderBorrar