viernes, 12 de septiembre de 2014

Capitulo 64

Paula se dobló sobre la mesa de
trabajo de Pedro y apoyó las manos
en la superficie, con la falda subida
hasta la cintura para que este le
extrajera el dildo. Cerró los ojos y
dejó escapar un suspiro de alivio; el
juguetito la había tenido de los
nervios toda la tarde. A lo mejor
ahora podía calmar todo ese subidón
que le había provocado.

Le limpió el con cuidado.
Se tomó su tiempo en pasarle la toalla
por la piel, y luego le bajó la falda y
le dio una ligera palmada en el
cachete.

—Ve a por tus cosas. Pasaremos por
el apartamento para cambiarnos y
después iremos a cenar.

Paula solo quería quedarse
tumbada encima de la mesa durante
los siguientes quince minutos
mientras se recuperaba de esa
sensación de tensión que había
sentido durante tanto rato. En vez de
regañarla por no seguir sus órdenes
de inmediato, Pedro deslizó las
manos por sus hombros, la levantó y
la estrechó entre sus brazos.

Ella se acurrucó junto él, inhaló el
olor sazonado que desprendía su piel
y absorvió todo su calor. Luego
Pedro la besó en la cabeza y
murmuró:
—Sé que te he presionado mucho.
Pero parece que no me sale hacer
otra cosa.

Ella sonrió contra su pecho y lo
envolvió con sus brazos para
estrecharlo con fuerza. Pedro pareció
sorprenderse ante el gesto; se quedó
rígido durante un instante pero luego
la apretó más contra él y escondió el
rostro en su cabello.

—No dejes que te cambie, Paula
—le susurró—. Eres perfecta tal y
como eres.

Pero ya la había cambiado de una
forma irrevocable. Ya
nunca volvería a ser la misma.

Cuando la soltó, Pedro se giró casi
como si no le hubiera gustado el
hecho de haberle susurrado lo que
acababa de susurrarle. Ella se alisó la
ropa y pretendió no ver su
incomodidad. Se acercó a su propia
mesa para coger el bolso y luego se
volvió a girar hacia el con una
amplia sonrisa en el rostro.

—¿Nos vamos?
Él extendió el brazo para instarla a ir
delante y luego le puso la mano en la
espalda al tiempo que salían del
despacho. Ambos se despidieron de
Eleonor, que también estaba
preparándose para marcharse, y
luego se encontraron a Fabricio
esperando el ascensor.

A Paula se le paró el corazón.
¿No se suponía que estaba en una
cena de negocios con Gonzalo? Dios,
¿qué hubiera pasado si hubiera
querido presentarse en el despacho
de Pedro? ¿Habría ido y se la habría
encontrado cerrada? Peor, ¿podría
haber escuchado algo?

—Pensé que estabas con Gonzalo
—pronunció Pedro como si nada.

Fabricio sonrió y Paula se asombró
de lo guapo que era ese hombre.
—Me olvidé una carpeta con
información importante sobre la
gente con la que nos íbamos a reunir. Gonzalo está camelándoselos y
excusándome por mi inevitable
retraso.

Paula resopló.
—¿Gonzalo camelándoselos? Ese es tu
fuerte. ¿Cómo demonios te las
has apañado para ser tú el que venga
por la carpeta? Seguramente se está
tirando de los pelos ahora mismo.

Fabricio la cogió de la barbilla y luego la
estrechó entre sus brazos.
—Te he echado de menos, chiqui. Y
sí, no es que le haya dejado muchas
opciones a Gonzalo. Me fui antes de que
pudiera mostrarse amenazante.

Ella le devolvió el abrazo,
relajada ante el evidente afecto que le
estabamostrando. Hasta ese
momento, había pasado bastante
tiempo desde la última vez que había
disfrutado de la compañía de Fabri y
Gonza. Lo echaba de menos. Echaba
de menos su constante y
reconfortante apoyo.

—Yo también te he echado de menos.
Ha pasado mucho tiempo.
Estaba empezando a pensar que ya no
me querías.

Entraron en el ascensor y Fabricio la
miró con cara horrorizada.
—¿No quererte? Si hasta podría ir a
matar dragones por ti. Yo te adoro.

Ella puso los ojos en blanco.
—No te pases. No me vengas con
todo ese encanto que tienes porque
conmigo no te va a servir de nada.

Le echó un brazo por encima de
los hombros y sonrió durante todo el
rato.
—Soñar es gratis —suspiró de forma
dramática—. Un día… serás mía.

—Sí, justo después de que Gonzalo te
arranque las pelotas —le dijo Pedro,
serio.

Fabricio se ruborizó, lo que solo logró
que pareciera mucho más atractivo.
Era una pena que no se sintiera
atraída hacia él, porque se imaginaba
que podría ser muy bueno en la
cama. Ligón y divertido, además de
un completo pervertido. Pero si los
rumores eran ciertos, él y Gonzalo
tendían a tener sexo siempre con la
misma mujer, y eso sería bastante
raro e incómodo…

Le entró un escalofrío solo de
pensarlo. Había cosas que no tenía la
necesidad de saber sobre su
hermano, por el amor de Dios. E
imaginárselo desnudo con su amigo
sencillamente había estropeado toda
la imagen que tenía de Fabricio. Lo cual
era triste, porque el hombre sí que
suscitaba momentos dignos del mejor
suspiro.

—Te veo luego por la noche, Pedro —
dijo Fabricio mientras salía del ascensor
—. Gonza me espera y, si no llego
pronto, espantará a los inversores
antes de que tenga oportunidad de
usar mi encanto.

Pedro se despidió con la mano y
Paula le dijo adiós. Entonces, la metió en el coche para
volver al apartamento.

—¿Has quedado con el esta noche?
—le preguntó Paula cuando
ambos se sentaron—. Entonces, ¿no
vamos a vernos?

Este apretó los labios en una fina
línea.
—Vas a cenar conmigo, como estaba
previsto. Tengo que reunirme con
El y Gonzalo sobre las nueve para
tomar algo con ellos.

—Oh —soltó ella, preguntándose de
qué iba todo eso. Aunque tampoco
era nada del otro mundo; cuando los
tres se encontraban en la ciudad y no
viajando en una dirección diferente
cada uno, solían pasar bastante
tiempo juntos.

Paula suponía que, si eso
cambiaba tan repentinamente justo
después de que hubiera empezado a
trabajar para Pedro, podría levantar
algunas sospechas sobre todo en
Gonzalo.

—¿Qué debo ponerme? —le preguntó
para cambiar de tema.
Los ojos de Pedro se posaron en ella,
recorriéndola de arriba abajo como si
se la estuviera imaginando desnuda.
—Uno de tus vestidos nuevos. El
negro con la abertura en el muslo.

Ella levantó el entrecejo.
—¿Vamos a ir sofisticados esta
noche?

Él no reaccionó. La expresión de su
rostro era inescrutable.
—Voy a llevarte a cenar a un sitio
bonito y tranquilo. Después iremos a
bailar. Buena música, buena comida y
una mujer hermosa. No hay mucho
más que un hombre pueda pedir.

El cuerpo de Paula se llenó de
satisfacción ante su cumplido. Y
aunque fue breve, los labios de Pedro
se arquearon hacia arriba casi como
si no pudieran evitar reaccionar ante
el gozo de ella.

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