viernes, 12 de septiembre de 2014

Capitulo 68

Como era de esperar, el lugar donde
iban a ir de copas era Rick’s, en
Midtown, un club de striptease
bastante popular del que Pedro, Fabricio
y Gonzalo eran clientes habituales.

Los dos ultimos ya estaban allí flirteando
descaradamente con dos camareras
cuando entraron en la sala vip. Las
miradas de las chicas se dirigieron
inmediatamente a Pedro con el
interés reflejado en sus ojos.

Él las despachó con una mirada tras
pedir con tono lacónico su bebida, y
ellas salieron de la suite como alma
que lleva el diablo.
—¿Un mal día? —le preguntó Fabri
cuando Pedro se sentó.

Se quería reír. «Mal día» no
empezaba siquiera a describirlo. Era
uno de esos días para dejar apuntado
en un libro de récords. No se lo
pensó dos veces y lo compartió con
ellos. Eran las únicas
personas en las que confiaba para
cualquier cosa personal.

Hizo una mueca.
—Mi padre vino a la oficina hoy para
comer conmigo.

—Mierda —murmuró Gonzalo—. Lo
siento, tío. Sé que es una putada. Y a
todo esto, ¿cómo lo está llevando tu
madre?

—Cené con ella el fin de semana. La
tuve que arrastrar hasta la ciudad.
Incluso pensé en convencerla para
que vendiera la casa y se mudara a
un apartamento en el centro, pero
supongo que eso ahora ya no es
posible.

Fabricio alzó una ceja.
—¿Por qué?

Pedro suspiró.
—Mi padre ha decidido que la ha
cagado y que quiere recuperar a mi
madre. Esa fue la razón por la que
quería comer conmigo hoy.

—Joder —dijo Fabricio.

Gonzalo gruñó.
—¡Qué narices! Se ha tirado a todas
las cazafortunas de Manhattan. ¿En
qué estaba pensando?

—Según él, no se ha acostado con
ninguna de ellas y no significaron
nada para él.

Fabricio puso los ojos en blanco.
—Guau. Esa es la excusa más cutre de
la historia.

—Dímelo a mí.

—Dios, tu día sí que ha sido una
mierda —murmuró Gonza—. Primero
tu padre y luego Lisa.

—Sí. Mi madre ha estado
acribillándome por teléfono para
criticar a todas las mujeres con las
que han visto a mi padre. Y ahora me
acribillará con su última ida de olla.

—¿Tú quieres que vuelvan? —le
preguntó Fabricio con curiosidad.

—Nunca quise que estuvieran
separados —contestó Pedro con un
tono serio—. No tengo ni idea de qué
diablos le pasó a mi padre por la
cabeza. Suena a una gilipollez muy
grande cuando intenta explicarlo. No
creo que ni él sepa lo que pasó. Así
que, sí, me gustaría volver a verlos
juntos, pero quiero que sean felices,
y, si mi padre va a salir de nuevo con
esas paranoias, prefiero que lo dejen
ya. No quiero que mi madre pase por
esa situación otra vez.

—Sí, te comprendo —dijo Gonzalo.

—Y hablando de reconciliaciones —
dijo Fabrico de forma casual—. ¿Qué
narices estaba haciendo Lisa en tu
oficina?

La mandíbula de Pedro se tensó y sus
dientes rechinaron. Lo último que
quería era hablar de Lisa, pero
también sabía que sus amigos
tendrían curiosidad. Estuvieron
apoyándole cuando Lisa lo dejó. Se
quedaron a su lado cuando ella
empezó a sacar mierda, y era normal
que se preocuparan cuando ella había
vuelto a aparecer.

—¿Echaste a la loca esa y le dijiste
que se fuera a la mierda? —le
preguntó Gonzalo con el ceño fruncido.

Pedro rio entre dientes, animándose.
Siempre podría contar con ellos para ir directos al grano y sin
pelos en la lengua.

—Le dejé claro que tenía cero interés
en remover de nuevo el pasado.

—Quiere dinero —dijo Gonzalo con
seriedad—. Hice unas cuantas
llamadas. Ya se ha gastado casi todo
lo que le pagaste en el divorcio y la
pensión alimenticia que le estás
pagando apenas la mantiene a flote.

Pedro arqueó una ceja.
—¿La has investigado?

—Joder, sí. No voy a dejar que te la
juegue de nuevo como hizo la última
vez —soltó con mordacidad—.
Aún está viviendo como si estuviera
casada contigo. No ha bajado el
ritmo de vida. Es una maldita zorra
derrochadora.

Pedro sonrió.
—No te preocupes por eso. No voy a
tropezar de nuevo con la misma
piedra.

—Eso es bueno —dijo Fabricio con un
alivio evidente en la voz.

Pedro entrecerró los ojos. ¿Habían
tenido alguna duda? Entonces se dio
cuenta de que tanto Gonzalo como Fabricio
estaban preocupados.

—Puedo lidiar con Lisa —dijo
como si nada—. Es una zorra
manipuladora y avariciosa. Lección
aprendida.

Sus amigos asintieron para mostrar
su conformidad. Las camareras
volvieron con las bebidas y se
pasaron varios minutos flirteando
con ellos. Dejaron a Pedro en paz,
era evidente que habían captado que
no estaba de humor para juegos.

No
tenía ningún interés en esas chicas
cuando sabía que Paula estaba
esperándolo en su cama.

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