domingo, 7 de septiembre de 2014

Capitulo 54

Paula vaciló y luego puso una
distancia corta entre los dos, un
hecho que a él no le gustó y que le
hizo tener que tragarse las ganas de
pegarla contra él con más firmeza.

Hubiera sido muy desesperado, muy
necesitado. Y Pedro no quería
necesitar a nadie.

—Pedro… —dijo con el rostro lleno
de inseguridad. Parecía estar
debatiéndose entre hacer o no la
pregunta que tenía en la punta de la
lengua.
Él esperó, inseguro también de
querer o no que ella preguntara lo
que fuera que estuviera cogiendo
valor para pronunciar.

—¿Qué pasó entre tú y Lisa? Sé que
te hizo daño… Sé que ella fue la que
te dejó y trajo repercusiones
importantes.

Pedro se quedó en silencio durante
un momento. Lo último que quería
era hablar de Lisa o de la traición
que sintió al ver cómo se separaron.
¿Le debía a Paula una
explicación? No. No le debía una
maldita explicación a nadie. Pero,
aun así, sintió como si cediera,
como si quisiera explicárselo para
que así pudiera entender el porqué
del contrato y de los requisitos tan
específicos. Nunca se había explicado
con ninguna mujer con la que hubiera
estado desde que se divorció. No era
un hábito en el que quería caer,
pero ella era diferente y se dio
cuenta de ello incluso teniendo en
mente que el que fuera diferente era
peligroso.

—Estoy seguro de que el contrato te
parece… extremo —comenzó—.
Incluso frío. Inhumano. Dominante.
Probablemente me hace parecer un
gran cabrón u otras muchas palabras
que se me vienen ahora a la mente.

Paula no respondió, pero pudo
ver la comprensión en sus ojos. No
hizo ningún ademán de negar lo que
había dicho, ningún intento de
hacerlo sentir mejor, y eso le gustó
de ella. No lo estaba juzgando
tampoco, solo tenía… curiosidad.

—Lisa y yo compartimos una relación
en la que yo tenía completo control.
No quiero meterme ni en los cómos
ni porqués, algunas cosas son como
son. Era —es— una necesidad que
tengo. Yo no tuve ninguna infancia
traumática que me haya hecho ser
como soy. No tengo ninguna
inestabilidad emocional, es solamente
una perversión. Aunque más que eso,
es quien soy. No puedo cambiar eso
por nadie. Yo no quiero cambiar. Me
siento cómodo con quien soy y con
lo que quiero y necesito.

Ella asintió.
—Eso lo entiendo.

—No sé por qué se fue. Quizá ya no
la satisfacía. O a lo mejor ya no
quería la clase de relación que
compartíamos. Joder, puede que
aceptara solo para hacerme feliz. A lo
mejor nunca fue verdaderamente
feliz. No lo sé. Y a estas alturas no
me importa, pero, cuando se fue,
hizo toda clase de acusaciones sin
fundamento. Me crucificó tanto en el
juicio del divorcio como en los
medios. Le contaba a todo el mundo
que escuchara que yo abusaba de ella
y que ejercía poder sobre ella. Lisa
pintaba nuestra relación como si no
fuera consensuada, lo cual era una
gran mentira, porque yo le dejé claro
desde el primer día cuáles eran mis
expectativas y mis necesidades. Me
aseguré de que se metía en la
relación y luego en el matrimonio
con los ojos bien abiertos.

Los ojos de Paula se llenaron de
preocupación e inmediatamente
después de compasión. Odiaba eso.
No necesitaba que nadie lo
compadeciera. No era la razón por la
que estaba desahogándose en un
momento poscoital sensiblero y
cómodo. Solo quería que Paula
lo entendiera.

—Si esa clase de relación ya no iba
con ella no se lo hubiera echado en
cara. Lo único que tenía que hacer
era ser honesta conmigo y decir que
quería marcharse. Yo la habría
mantenido de forma generosa y la
habría apoyado en su decisión. Pero
en vez de eso, se puso a la defensiva
y me tachó de monstruo abusador. Y
eso no se lo perdonaré nunca.
Aprendí una lección muy dura con
nuestro matrimonio. Nunca me metí
en ninguna otra relación sin haberme
protegido antes de esa clase de
acusaciones. Puede verse como
extremo, pero no entro en ninguna
relación sin contratos bien detallados
y firmados. Yo no voy de líos de una
noche. No tengo sexo casual. Si una
mujer va a estar en mi cama, sabe
cómo va a ir la cosa y ha firmado
antes un contrato que nos proteja a
ambos.

—Quizá necesitaba convencerse de
que eras esa persona tan terrible
para poder dejarte —dijo Paula
con suavidad—. Me imagino que salir
de un matrimonio nunca es fácil.
Pedro resopló.

—Dile eso a mi padre. Eres inocente,
Paula. Dulce, pero inocente. La
gente pone fin a sus matrimonios
todos los días. Siempre me he
preguntado qué es lo que hace que
alguien se levante un día y diga «Hoy
es el día en el que voy a dejar a mi
marido o mujer». La lealtad debería
contar para algo. Nadie quiere que
las cosas funcionen hoy en día. Es
muy fácil conseguir un abogado para
divorciarse y pasar página.

Ella posó la mano en su pecho, un
gesto que lo consoló infinitamente. A
Pedro le gustaba que lo tocara. Que
Dios lo ayudara pero no estaba
seguro de que fuera a tener suficiente
de ella. Tomaría y tomaría cosas de
Paula hasta que no quedara
nada. Hasta que se convirtiera en una
Lisa y no pudiera soportarlo más. Él
nunca quiso que otra mujer se
sintiera como Lisa obviamente se
había sentido. Era mucho mejor
complacerse y luego pasar página.

Eso mismo de lo que acusaba a Lisa y
a su padre. A lo mejor él tampoco era
mucho mejor que ellos.

—No todo el mundo te va a
traicionar, Pedro —dijo ella en voz
baja—. Hay muchos que te son leales.
No puedes controlarlo todo. No
puedes controlar lo que una persona
siente por ti, o lo que les hace
enfadarse. Solo puedes controlar
cómo tú reaccionas, cómo tú actúas,
cómo piensas o te sientes.

—Eres increíblemente sabia para ser
tan joven —le dijo con ironía—. ¿Por
qué tengo la sensación de que me
acaba de dar una lección alguien
Once años menor que yo?

Ella se inclinó hacia delante y lo
sorprendió dándole un beso. Sus
labios vagaron sobre los suyos con
calidez y mucha dulzura. Sus pechos
rozaron el pecho de él y su miembro
se puso duro al instante.

—Estás muy obsesionado con eso de
la edad —murmuró—. A lo mejor es
que simplemente soy inteligente.

Él se rio y entonces reclamó sus
labios de nuevo. Ahora que tenía
todo el cuerpo de Paula pegado
al suyo otra vez, parecía que estaba
volviendo de nuevo a la vida. Pero
entonces ella vaciló y lo empujó hacia
atrás con el rostro lleno de seriedad.

A Pedro eso no le gustó. La quería
junto a él, pero estaba claro que aún
quedaba otra cosa que quería sacarse
del pecho.

—Tenemos que dejar clara una cosa.
Entiendo lo que estabas intentando
hacer por tu padre. Pero habérmelo
dicho primero no habría estado mal,
por si no lo sabías. Me cabreó verte
con la rubia esa, y, si esto vuelve a
suceder otra vez, me iré tal y como
hice anoche. Con la única diferencia
de que esa vez no me vas a ablandar
con tus palabras para estar de buenas
conmigo. Entiendo que tengas todo el
poder en esta relación, pero eso no
significa que me vaya a quedar ahí
viendo cómo te ligas a otra mujer
mientras estoy obligada a mirar.

Ella lo observó con cautela, como si
estuviera segura de que lo que había
dicho lo iba a enfadar, pero, en
cambio, echó la cabeza hacia atrás y
soltó una risotada. Cuando volvió a
mirarla, parecía
desconcertada y decepcionada por su
reacción.

—Estás tan mona cuando te enfadas
—le dijo aún sonriendo abiertamente
—. A lo mejor no eres tan inteligente
si has accedido a esta locura.

—O quizás es la mejor decisión que
he tomado en mi vida —le contestó
con un repentino tono serio y con los
ojos contemplándolo sombríamente.

—Eso es debatible, pero no voy a
malgastar mi tiempo cuestionando mi
buena fortuna —le dijo.
Pedro la rodeó con los brazos y la
colocó bajo su cuerpo para dejar que
su miembro buscara y encontrara la
carne de entre sus piernas.

Deseaba
con toda el alma que estuviera ya
lista para él porque no podía esperar.
No podía pasarse otro segundo más
estando fuera de su cuerpo.
Pero algo sobre la conversación que
habían tenido, en la mirada que tenía
plasmada en sus ojos y en la forma
en que parecía ser tan permisiva lo
hizo dudar. Maldita sea, esta vez iría
lento. Le daría lo que se merecía en
vez de follársela con rudeza, que solo
conseguía hacerlo quedar casi un
poco mejor que un animal.

No tenía que ser esa persona tan fría
y desconfiada. Por una vez podía
concentrarse en el placer de alguien
en vez de ser un egoísta. Por Paula podía hacerlo. Quería hacerlo.
No se merecía menos.

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