sábado, 13 de septiembre de 2014

Capitulo 70

Paula se despertó a la mañana
siguiente con las piernas firmemente
abiertas y con un cuerpo duro
aplastándola contra el colchón. A
continuación, sintió como una verga
se hundía profundamente en su
interior. Ella jadeó y terminó de
despertarse por completo. Entonces
se encontró con los ojos de Pedro
mirándola intensamente.

—Buenos días —dijo el amante justo
cuando su boca se apoderaba de la
suya.
No podía formar siquiera
una respuesta coherente. Estaba
ardiendo, completamente excitada y
poniéndose más a cien con cada
embestida.

Pedro le sujetó las caderas con
firmeza, pegándola contra la cama
para que estuviera bien sujeta y fuera
incapaz de moverse. Lo único que
podía hacer era quedarse ahí
tumbada y recibir lo que le estaba
dando.
Fue rápido. No se entretuvo con
jueguecitos. La poseyó con
fuerza y rapidez, pegando sus propias
caderas contra las de ella en cada
movimiento. Le acarició el cuello con
la nariz y luego le mordió el lóbulo
de una de sus orejas. Un escalofrío le
recorrió toda la piel y ella gimió,
estando ya muy cerca de su propio
orgasmo.

—Mírame a los ojos, nena. Y córrete.
La orden gutural no hizo más que
avivar su excitación hasta llegar a ser
un infierno con todas las de la ley.
Ella lo miró fijamente a los ojos, el
cuerpo lo tenía tenso y cada músculo
contraído.
—Di mi nombre —le susurró.

—¡Pedro!

Con los ojos fijos en los de ella, y su
nombre saliendo de los labios de
Paula,bajó el cuerpo para
pegarlo al de ella y se hundió en su
interior a la vez que explotaba y se
derramaba entero en su interior.

Durante un rato largo, Pedro la
cubrió con su cuerpo; Paula lo
sentía jadeante, cálido y
reconfortante contra su piel.
Entonces, finalmente se apoyó en los
antebrazos y la besó en la nariz con
los ojos llenos de cariño mientras la
miraba a los suyos.

—Así es como me gusta empezar el
día —murmuró Pedro.
A continuación, se apartó de ella,
rodó hacia un lado de la cama, le dio
un golpecito con la mano en la
cadera y dijo:
—Ve a la ducha, cariño. Tenemos que
ir a trabajar.

Maldito aguafiestas.

Tan loco como había sido el día
anterior, Paula estaba casi
asustada de saber lo que el día de
hoy les depararía. A pesar del erótico
encuentro sexual de esa mañana, en
cuanto llegaron a la oficina, Pedro le
insertó de nuevo el dildo.

¡Nunca se imaginó que esas malditas
cosas vinieran con tantos tamaños!
Pero no podría haber muchos más
porque el que había usado ese día era
enorme. Paula sentía que andaba
como un pato, lo que solo consiguió
cohibirla más a la hora de dejar que
alguien la viera caminar, así que se
pasó la mayor parte del día
encerrada en el despacho,
sufriendo mientras se quedaba
sentada e inquieta en la silla.

Y Pedro más ocupado no podía estar.
Tres conferencias de negocios. Dos
reuniones, más otras tantas llamadas
que tenía que devolver. Así que
tampoco hubo sexo pasional y loco
en la oficina para aliviar la
quemazón.
Había vuelto a malhumorarse, por
muy ridícula que eso la hiciera
sentirse.

Cuando llegó la hora de irse, Paula sintió un profundo alivio. Quería
que le quitaran esa cosa del culo, y
quería salir de la oficina de una
maldita vez. Se estaba volviendo loca,
aunque al menos tenía esa cena con
Gonzalo y Fabricio a la que tenía muchas
ganas de ir.

Paula se fue en coche con Pedro
porque este insistió; le dijo al chófer
que la dejara a ella primero en su
apartamento antes de ir al suyo.
Ambos se quedaron en silencio
durante todo el camino, pero él le
sujetó la mano todo el tiempo. Casi
como si necesitara mantener el
contacto con ella. Y era verdad,
apenas se habían visto en todo el día.
El único tiempo a solas que habían
compartido fue cuando le había
insertado el juguetito por la mañana y
cuando se lo quitó, por la tarde.

El dedo pulgar de Pedro se movía
arriba y abajo por la palma de su
mano, acariciándola una y otra vez
mientras miraba por la ventana.

Paula no estaba segura de que
Pedro fuera tan consciente de ella o
de su presencia, pero fue a mover la
mano una vez, y él se la cogió y
entrelazó los dedos con los suyos.
Quizás él la había echado de menos
tanto como ella lo había echado de
menos a él. Era un pensamiento
estúpido, pero no significaba que no
se le pasara más de una vez por la
cabeza.

Mientras se iban acercando al
apartamento, se dio
cuenta de que no había hecho planes
para después de la cena con Gonzalo.
No tenía ni idea de lo que Pedro
esperaba. ¿Quería que volviera a su
apartamento? ¿O simplemente tenía
que ir a trabajar al día siguiente por
su cuenta?

El coche se paró enfrente del edificio,
Paula se movió para salir, pero la detuvo.

—Pásatelo bien esta noche, Pau—le dijo con suavidad.

Ella sonrió.
—Lo haré.

—Te veré en el trabajo por la
mañana. El chófer estará aquí a las
ocho para recogerte.
Bueno, eso respondía a su pregunta.

Evidentemente ya la había
despachado para toda la noche. Pero
aun así, mientras salía, Pedro no
parecía estar feliz de que fuera a
pasar la noche alejada de él.

—Te veo mañana —murmuró Paula.

Cerró la puerta y observó cómo el
coche se alejaba mientras se
preguntaba en qué estaría pensando Pedro. Con un suspiro, caminó hasta
su edificio y subió a su apartamento.
Solo tenía una hora para cambiarse y
prepararse antes de que su hermano
estuviera ahí.

Cuando entró por la puerta y llegó al
salón, Caroline asomó la cabeza
desde su cuarto con los ojos como
platos de la sorpresa.

—¡Estás en casa! Me estaba
empezando a preguntar si te habías
mudado a vivir con Pedro.

Paula sonrió.
—Hola a ti también.

Caroline se acercó hasta ella y la
estrechó en un abrazo.
—Te he echado de menos, nena.
Todas te hemos echado de menos.
¿Quieres pedir algo esta noche para
cenar y vemos unas películas?

Pau hizo una mueca de
arrepentimiento.
—Lo siento, no puedo. Gonzalo va a
venir; de hecho, esa es la razón por
la que no me voy a casa con Pedro.
El y Fabricio me van a llevar a cenar
esta noche para ponernos al día,
porque Gonzalo ha estado fuera de la
ciudad. Seguro que también me dará
la charla sobre Pedro, ya que sabe
que estoy trabajando para él.

El rostro de Caroline se apagó.
—Mierda. Es un asco esto de no verte
ya apenas. Estoy preocupada por ti y
espero que la situación no te supere.
Aunque no parece que pases mucho
tiempo sin él.

La incomodidad se apoderó de Paula mientras le devolvía la mirada a
su amiga. Era verdad que no había
visto a Caroline o a las chicas desde
el comienzo de su relación con Pedro.
No es que hubiese sido mucho
tiempo atrás, pero estaban
acostumbradas a salir siempre en
grupo.

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