martes, 23 de septiembre de 2014

Capitulo 106

Fabricio terminó de desatar a Paula
y luego la estrechó entre sus brazos
antes de que ella pudiera hacer o
decir algo. Se la llevó al dormitorio y
allí la rodeó con una de las sábanas
de la cama.

Se precipitó hacia el cuarto de baño
para coger, finalmente, una bata y la
tapó con ella, para luego atarle el
cinturón con un doble nudo.

—Por todos los santos, Paula.
¿Estás bien? —le exigió.

No, no estaba bien. Era una pregunta
estúpida. Se sentía apaleada y
humillada porque Fabricio y su hermano
habían irrumpido sin aviso alguno en
el apartamento de Pedro, y la habían
visto desnuda y atada. Era algo que
había salido de sus peores pesadillas.

Y para empeorar más la cosa, Gonzalo le
estaba pegando una paliza a Pedro y
este no estaba haciendo nada para
defenderse. Absolutamente nada.

Ella se obligó a quedarse sentada allí
y a respirar profundamente para
recuperar la compostura cuando lo
único que quería hacer era correr
hacia Pedro y entonces explicarle a
Gonzalo la verdad. Tal y como habían
planeado hacer una vez volvieran a
casa de su viaje de negocios. Solo
habrían necesitado un día más.

Estaba conmocionada por completo.
Tanto que no podía ni procesar la
cosa más simple. Lo único que sabía
era que tenía que llegar hasta Pedro.
Tenía que poner fin a esto. ¡Tenía que
arreglarlo! Dios, tenía que hacer que
todo fuera bien. Todos sus miedos se
habían hecho realidad y ahora los
dos hombres que habían sido mejores
amigos durante casi tantos años
como su misma edad estaban
inmersos en una pelea terrible.

Las lágrimas se le acumularon en los
ojos, pero las contuvo. Estaba
decidida a mantenerse calmada. El
problema era que no dejaba de
sacudirse con violencia. Lo último
que quería era que Fabricio y Gonzalo la
vieran mal y pensaran que era por lo
que fuera que Pedro le hubiera
hecho.

—Fabricio, estoy bien —dijo
con voz temblorosa—. Preferiría que
fueras a asegurarte de que no se
están matando el uno al otro.

La expresión en el rostro de Fabricio era
sombría.
—No voy a detener a Gonzalo porque
quiera pegarle una paliza a Pedro. El
cabrón se lo merece por lo que nos
hemos encontrado. Dios, Paula
¿estás llorando? ¿Te ha hecho daño?
¿Te ha forzado? ¿Estás bien?
¿Necesitas ir al hospital?

Paula se limpió apresuradamente
las lágrimas, estaba horrorizada por
la dirección que Fabricio estaba tomando
con sus preguntas. ¿De verdad
pensaban él y Gonzalo que lo que estaba
pasando no era consensuado? Supuso
que podría haber parecido tal cosa,
pero seguro que estaban lo
suficientemente familiarizados con las
preferencias de Pedro como para
saber que practicaba y se deleitaba
con esas cosas.

O quizás era porque ella era su
hermanita pequeña y todos la habían
visto desnuda, atada a una otomana y
siendo flagelada. Se encogió de dolor
ante la imagen que debía de haber
mostrado. Podía entender por qué Gonzalo se había vuelto loco. ¿Quién no
lo hubiera hecho si hubiera
irrumpido en la escena que ellos
habían presenciado?
Pero tenía que hacerles entender que
había sido consensuado.

Se puso de pie, decidida a volver al
salón, pero entonces Gonzalo entró de
golpe en el dormitorio con los ojos
echando humo. Se acercó a ella de
inmediato y la estrechó entre sus
brazos.

—¿Estás bien? —exigió.
Había un deje en su voz que le dijo lo
enfadado y agitado que estaba. Esto
se estaba yendo de las manos a una
velocidad vertiginosa y ella no tenía
ni idea de qué hacer para que parara.
De cómo hacerles entender la
situación. Ambos estaban alterados,
no había forma alguna de que
ninguno de los dos entrara en razón.

—Gonzalo, estoy bien —le dijo,
forzándose a mantener el nivel de voz
para no empeorar la situación—.
¿Qué le has hecho a Pedro?

—Nada que no se mereciera —dijo
este con seriedad—. Vámonos. Te voy
a sacar de aquí de una vez.
La cogió de la mano y la
arrastró hasta la puerta del
dormitorio. Ella no tuvo más remedio
que seguirlo. Y no le importó, porque
ella solo quería ir con Pedro.

Tan pronto como entró en el salón,
Paula lo vio sentado en el borde
del sofá con la cabeza escondida
entre las manos. La preocupación se
apoderó de ella, así que comenzó a ir
hacia él, pero Gonzalo la ató en corto.

—Nos vamos, Paula—soltó con
mordacidad.

Ella frunció el ceño y se soltó de su
agarre.
—Yo no me voy a ninguna parte.

Pedro alzó la cabeza entonces,
aunque sus ojos estaban distantes y
ausentes, revestidos de hielo
mientras le devolvía la mirada.

Paula se precipitó hacia él y se
arrodilló frente al sofá donde él
estaba sentado. Alargó una mano y lo
tocó con vacilación, pero él se
encogió y se la apartó.

—¿Estás bien? —le preguntó Paula con suavidad. El miedo inundaba
su pecho y su corazón de tal manera
que hasta le costaba respirar.

—Estoy bien —le dijo con un tono
formal y firme.

—Habla con ellos —le susurró—.
Explícales lo que hay entre nosotros.
No te voy a dejar, Pedro. Tenemos
que hacerles entender todo esto. No
puedes dejar que piensen lo que están
pensando. Arréglalo. Se lo íbamos a
decir igualmente. Haz que lo
comprenda.

Le estaba suplicando, ¿pero qué más
podía hacer? El miedo la estaba
desesperando. La estaba volviendo
irracional. Y por Pedro merecería la
pena perder el orgullo. Merecería la
pena todo.

Pedro se puso de pie con rigidez y
puso distancia entre él y Paula.

Ella se puso en pie, confusa por su
comportamiento y estado de humor.
El temor estaba hecho un nudo en su
garganta. No le gustaba la forma en
que la estaba mirando, la resignación
de su rostro. La aceptación. ¿La
aceptación de qué? ¿De lo que Gonzalo
le había dicho? ¿Qué le había dicho él?

Y entonces, cuando habló, la sangre
se le heló en las venas. Se quedó
paralizada, demasiado impresionada
como para hacer más que quedarse
con la boca abierta de la sorpresa.

—Deberías irte —dijo con brusquedad
—. Es mejor así. Estabas empezando a
mezclar demasiados sentimientos. No
quiero hacerte daño. Y será más
difícil si esperamos. Cortar por lo
sano ahora es más fácil, y menos…
problemático… para luego.

—¿Qué narices estás diciendo? —
exigió Paula. Su pregunta, llena
de sorpresa, irrumpió y acalló el
silencio tan forzado que había en la
habitación.

—Pau, vámonos, cariño —le
dijo Fabricio amablemente.

Ella pudo escuchar la compasión en
su voz. Sabía que sentía pena por ella
y que pensaba que estaba haciendo el
ridículo. Estaban viendo a otra mujer
en la vida de Pedro ser rechazada, y
despachada. Abandonada para que él
pudiera pasar página.

A la mierda con ello. No se iba a ir
sin una explicación. Sin intentar
llegar al hombre que había tras esa
máscara tan fría e imponente. Ella
conocía al verdadero Pedro. Había
sentido su cariño y su ternura. Sabía
que se preocupaba por ella sin
importar lo mal que estuviera la
situación en la que se hallaran
inmersos en esos momentos.

Sacudió la cabeza, su
negativa era firme.
—No me voy a ir a ninguna parte
hasta que Pedro me diga qué es esa
gilipollez que acaba de soltar.

Este la miró directamente a los ojos,
la expresión de su rostro y su mirada
eran completamente indiferentes.
Fríos y distantes. Paula estaba
segura de que era una mirada que
muchas mujeres habían recibido por
su parte cuando llegaba la hora de
partir por diferentes caminos. Era
una mirada que decía «Ya no te
quiero conmigo. No hagas el
ridículo».

A la mierda. Ella ya había sacrificado
el poco orgullo que le quedaba por
este hombre. No había nada más
humillante que tu propio hermano
entrara en la habitación mientras
estabas practicando sexo bondage. Ya
no había nada mucho peor con lo
que humillarse ni hacer el ridículo.

—¿Pedro? —susurró. La voz le sonó
más forzada conforme el nudo en la
garganta aumentaba.

Odiaba ese deje suplicante en su voz.
Odiaba que no pudiera salvar su
orgullo siempre que este hombre
estuviera involucrado. Estaba a punto
de ponerse directamente a suplicar, y
no le importaba lo más mínimo.

—Se acabó, Paula. Sabías que
era solo cuestión de tiempo. Te dije
al principio que no te enamoraras de
mí. Que no quería hacerte daño.
Tendría que haberlo terminado antes.
Estás mezclando sentimientos y eso
solo lo hace peor a la larga. Vete con
Gonzalo y olvídame. Te mereces algo
mejor.

—Tonterías —soltó Paula,
sorprendiendo a los tres hombres con
la vehemencia de su reproche—. Eres
un puto cobarde, Pedro. Tú eras el
que te estabas pillando hasta las
trancas, y eres un maldito cobarde
como intentes negarlo.

—Paula—dijo Gonzalo con
suavidad.

Ella lo ignoró y centró toda su rabia
en Pedro.
—Lo arriesgué todo por ti. Todo. Es
una pena que tú no estés dispuesto a
hacer lo mismo por mí. Un día te
levantarás y te darás cuenta de que
yo he sido lo mejor que te ha pasado
nunca y de que has cometido el error
más grande de tu vida. Y adivina qué. Entonces será demasiado
tarde. Yo ya no estaré ahí.

El brazo de Gonzalo la rodeó por la
cintura, abrazándola y pegándola
contra su cuerpo mientras la alejaba
de allí apresuradamente. Paula
apenas podía ver por culpa de las
lágrimas. Estaba tan enfadada y
molesta que hasta temblaba.

Gonzalo le
murmuró algo en el oído y entonces
Fabricio apareció al otro lado al mismo
tiempo que ambos la guiaban hacia el
ascensor.

A mitad de camino se giró para mirar
a Pedro, que la estaba observando
con esa expresión distante y ausente
en el rostro, y solo consiguió
enfadarse mucho más.

Se limpió las lágrimas que le caían
por las mejillas y luego levantó la
barbilla, decidida a no derramar ni
una lágrima más por él. Había creído
que merecía la pena. Su orgullo.
Todo. Pero estaba equivocada.

—Si algún día despiertas y ves la luz
y decides que me quieres recuperar,
vas a tener que arrastrarte y venir de
rodillas.

Esta vez se giró y se soltó de los
brazos de Gonzalo y Fabricio. Se fue por su
propio pie y se metió en el ascensor
sin siquiera mirar cómo las puertas
se cerraban a su espalda.

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SE PUDRIO TODO!

COMENTEN MUCHO!
GRACIAS X LEER!
SOY @LETIPAULITER

6 comentarios:

  1. Ay noooo! Xq el se acobardo asi??? Ella tiene razón en enojarse...ahora la va a tener que remar en dulce de leche..mimiroxb

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  2. Nooooooooo :'( :'( subi mas mañana por favor merecemos mas capitulos por que no subistes el lunes jaja GENIA LETI

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  3. Por favooor subí maas!!! Buenisimos, pero porque se acobardó justo cuando no lo tenia que hacer! Que situación incomoda en la que le encontraron. Jaja
    @pepepauoli

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  4. Ayyyyyyyyyy, x favorrrrrrrr qué despelote se armó. Lo dijiste bien: SE PUDRIÓ TODO!!!! Ahora sí que la va a tener que remar en gelatina.

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  5. Noooooo, nunca pensé que eso pasaria...por dios. Espero que se solucionen las cosas.

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