sábado, 13 de septiembre de 2014

Capitulo 71

—Quedemos para salir. El viernes por
la noche —le dijo Caroline con
firmeza—. Llamaré a las chicas y
saldremos a divertirnos.

—No sé —se excusó Paula. No
tenía ni idea de cuáles eran los
planes que Pedro tenía para ella esa
noche.

La mirada de Caroline se intensificó.
—Dime que no estás pensando en
pedirle permiso para salir con tus
amigas. Él no es tu dueño, Pau.

Paula no pudo terminar de
disimular la culpabilidad que se había
reflejado en su rostro. Pedro sí que
se había convertido en su dueño. De
hecho, tenía derechos contractuales
sobre su cuerpo, su tiempo y su todo.
Aunque no era que quisiera
compartir ese pequeño detalle con
Caroline. Sus amigas nunca lo
entenderían.

Suspiró; sabía que lo mejor
que podía hacer era salir y pasar la
noche con ellas. No quería cerrarse a
sus amigas porque, cuando Pedro ya
no la necesitara, ella sí que las
necesitaría a ellas. Iban a ser las que
estarían a su lado tanto en lo bueno
como en lo malo, y, si no las
cuidaba, luego podría no haber nadie
ahí para apoyarla.

Simplemente le tendría que decir a
Pedro que tenía planes para el viernes
por la noche, y esperaba por lo que
más quisiera que fuera razonable con
ello.
—De acuerdo. Nos vemos el viernes
por la noche —cedió al fin.

El rostro de Caroline se iluminó y dio
vueltas de alegría alrededor de
Pau.
—¡Vamos a pasárnoslo genial! Te he
echado de menos, amiga. Nada
es lo mismo sin ti.

Sintió otra ola de
culpabilidad. Había sido idea suya
que Caroline se instalara en el
apartamento. Además del hecho de
que necesitaba un lugar en
el que quedarse, Pau quería
compañía. Y ahora estaba pasando
muy poco tiempo en su propio
apartamento o con Caroline.

—Voy a llamar a las chicas para que
no hagan otros planes. ¿Te veré
después de la cena de esta noche?

Paula asintió.
—Sí. Voy a pasar la noche aquí.

—Genial. ¿Sabes qué? No comas
postre. Haré dulce de azúcar y
cogeré una película. Y así nos tiramos
en el sofá cuando vuelvas.

Paula sonrió.
—¡Perfecto!

Caroline le hizo un gesto con la mano
para que se diera prisa.
—De acuerdo, ve a prepararte. Ya te
dejo en paz.

Pau se fue a su habitación y
sacó del armario sus vaqueros
favoritos. Tenían agujeros en las
perneras, bolsillos con lentejuelas y
eran de talle bajo. Era su prenda más
cómoda, y se lo había currado para
asegurarse de que todavía le
quedaran bien después de tres años
con ellos. No había incentivo mejor
para mantenerse en forma que
querer que aún le quedaran perfectos
los vaqueros, ¿verdad?
Sacó un top corto y una camiseta que
dejaba el hombro al descubierto y se
fue al cuarto de baño para arreglarse
el pelo y maquillarse un poco.

Estaba ansiosa por que llegara la
noche con Gonzalo y Fabricio. La hacían
sentirse cómoda, y su relación con
ellos era fácil. Era como tener dos
hermanos mayores en vez de uno.

Aunque Fabricio no parara de flirtear,
era completamente inofensivo… al
menos con ella. Con otras, era letal,
pero tenía muy claro que
para ella era como otro miembro más
de la familia. Sin embargo, Pedro ya
era otro cantar…

Cuanto más pensaba en ello, más
ansiosa se encontraba de que también
llegara la noche con las chicas.
Caroline había tenido razón cuando le
había dicho que no había estado con
ellas desde que había aceptado el
trabajo con Pedro. Él era…,
bueno, era una obsesión que la
consumía por completo. Y también
estaba el hecho de que había firmado
un contrato en el que le cedía todo
su tiempo para que hiciera con él lo
que quisiera.

Si las chicas conocieran ese detalle
tan particular, la estarían internando
ahora mismo en un manicomio.
Se aplicó otra capa de rímel y se
retocó el pintalabios —de un color
rosa brillante que le iba con las uñas
de los dedos de los pies—, luego se
recogió el pelo en un moño informal
y se lo fijó con unas horquillas para
que no se le cayera.

Cuando volvió al salón, el intenso
olor a chocolate llenaba todo el
ambiente.
—Oh, Dios, Caro. Eso huele
divinamente —gimió Paula.

Caroline alzó la mirada desde la
cocina y le sonrió.
—Estoy incluso privándome de comer
avellanas, solo por ti.

—Eres demasiado buena conmigo.
Se sentó en uno de los
taburetes que había frente a la isla
donde Caroline estaba cocinando y
apoyó los brazos en la encimera.

—¿Y cómo te va en el trabajo?
Caroline dejó de remover por un
momento y luego volvió a subir la
temperatura antes de dejar la cuchara
a un lado. Arrugó la nariz e hizo una
mueca.

—El jefe sigue siendo un gilipollas.
Pasa más tiempo intentando meterme
en su cama que trabajando. En
cuanto tenga suficiente dinero
ahorrado, voy a empezar a buscar
otro trabajo.
Caroline respiró hondo y le echó una
mirada a Paula.
—He conocido a un tipo…

Pau se echó hacia delante.
—Oh, cuenta. ¿Es alguien del que
deba saber?

—Bueno, quizá. No estoy segura
todavía. Solo estamos hablando,
mandándonos mensajes por el móvil.
Dios, me siento como si estuviera en
el instituto o algo así. Y estoy
paranoica. Ya sabes, por lo de Ted.

Paula suspiró. La última relación
de Caroline había sido un desastre.
Había conocido a Ted, se había
enamorado —y le deseaba
perdidamente— de él al instante para
averiguar, después de seis meses de
encuentros a horas extrañas y de
citas, que estaba casado y tenía dos
hijos. Todo lo ocurrido le había
hecho preguntarse qué narices
pasaba con ella.

—¿Piensas que está casado o algo
así? —le preguntó.

Los labios de Caroline formaron una
fina línea.
—No sé. Algo hay. O a lo mejor soy
yo que estoy jodida tras lo que pasó
con Ted. Una parte de mí quiere salir
corriendo antes de que pase nada,
pero otra parte se pregunta si estoy
siendo estúpida y si debería darle
una oportunidad.

Pau frunció los labios y miró a
Caroline, pensativa.
—¿Sabes? Gonzalo siempre ha
investigado a todos los hombres con
los que he salido alguna vez. Puedo
decirle que le eche un ojo a tu chico.
No hará daño tener cierta
información antes de que te decidas.

Caroline la miró con incredulidad.
—¿En serio?

Paula se rio.
—Desgraciadamente, sí. Si un tío
muestra interés en mí, lo investiga
hasta el fondo.

—Guau. Qué fuerte. No estoy segura
de cómo me sentiría sobre el
chequeo a Brandon. —Ella sacudió la
mano durante un momento con clara
indecisión escrita en el rostro—. Pero
si está casado o liado con otra, no
quiero involucrarme, ¿sabes?

—Dame algunos detalles —dijo Pau—. Hablaré con Gonza esta noche
sobre eso. No hay nada de malo en
investigar un poco. No es como si
estuviéramos suplantándole la
identidad, aunque estoy segura de
que podría conseguirlo.

—Es segurata en el club al que iremos
el viernes por la noche. Ya sabes,
nuestro pase gratis. Su apellido es
Sullivan.

—De acuerdo, veré lo que puedo
hacer —dijo. Alargó la
mano para darle un apretón a
Caroline—. Todo irá bien.

Caroline soltó una larga exhalación.
—Eso espero. No quiero quedar
como una tonta otra vez.

—No fuiste tonta por amar a una
persona, Caro. Él era el tonto, no tú.
Tú te metiste en una relación de
buena fe.

—No me gusta ser «la otra» —dijo
Caroline, avergonzada mientras volvía
a rememorarlo.

La esposa en cuestión se había
encarado a Caroline fuera del edificio
de apartamentos donde las dos
vivían. No había sido algo agradable
de ver. A Caroline la pilló por
sorpresa y se quedó hecha polvo
tanto por la revelación como por el
mal trago de tener que enfrentarse a
una mujer celosa y furiosa.

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