domingo, 7 de septiembre de 2014

Capitulo 55

En lugar de hundirse en su interior,
Pedro la besó. Suavemente. Sin tanta
agresión como había hecho antes.

Le
mordió los labios con delicadeza, se
estaba alimentando de ellos y la
estaba persuadiendo a abrirse para él
conforme avanzaba. Su lengua rozó la
de ella con provocación y flirteo.
Primero solo una vez, y luego otra y
otra. Y otra.
Deslizó la boca desde su mentón
hasta su oreja, donde jugó con el
lóbulo, le lamió la concha auditiva y
luego ligeramente justo debajo en la
piel del cuello. La sintió
estremecerse, y él mismo sintió una
oleada de satisfacción al ver que le
estaba dando placer.

Pequeños escalofríos le recorrieron
toda la piel rápidamente y
consiguieron endurecerle los pezones
hasta que estuvieron presionando el
pecho de Pedro.
Este, sin poder resistir esa particular
tentación, la fue besando hasta llegar
entre sus pechos y luego los lamió
hasta llegar más y más cerca de sus
pezones enhiestos.

—Pedro…
Su nombre salió como un suspiro que
tuvo una reacción volátil en su ya
excitado cuerpo. La cabeza de su
miembro estaba bien abrigada en su
dulce calor pero no había presionado
contra su interior todavía. Pedro
quería asegurarse bien de que ella
estuviera tan excitada como él, y
entonces luego se tomaría su tiempo.

Quería que se volviera tan loca como
él estaba con ella. No se iba a
contentar con menos.
Introduciendo la mano entre sus
cuerpos, se agarró el pene y lo
restregó de arriba abajo contra los
labios vaginales de Paula, contra
el clítoris, y seguidamente lo
introdujo muy levemente en su
interior. Le lamió un pezón llevando
la lengua sin prisa alguna por toda su
superficie.

—¿Te gusta? —murmuró.

—Oh, sí —respondió ella en voz baja
—. Chúpalos, Pedro. Me encanta
cuando pones la boca sobre mis
pechos.
Dios, a él también le encantaba.
Estaba temblando de lo excitado que
se encontraba. La necesitaba.
Necesitaba poseerla. Quería
introducirse bien dentro de ella con
fuerza y recordarle sin palabras a
quién pertenecía. Era un infierno
luchar contra esos instintos, pero se
obligó a mantener el control.

Mordió con gentileza uno de los
pezones y luego lo lamió ligeramente
antes de succionarle la aureola entera
con la boca. Se quedó ahí
ocupándose de sus pechos con la
boca y disfrutando de su sabor en la
lengua. Nada era más dulce, más
exquisito que tenerla debajo de él con
las manos y la boca acariciándole la
piel, saboreándola, tocándola y
explorándola. Y era suya. Toda suya.
La podía tener todo el tiempo que
quisiera y todas las veces que
quisiera. Era como si pusieran a un
hombre que se estuviera muriendo de
hambre delante de un banquete y le
dijeran que se sirviera él mismo. Lo
quería todo a la vez. Quería perderse
en ella y olvidar todo lo demás.

Paula deslizó una de las manos
entre su pelo para agarrarse con las
uñas a su cuero cabelludo y lo apretó
contra su pecho. Era la primera vez
que estaba siendo remotamente
agresiva en la cama, y a Pedro eso le
gustaba. Le gustaba mucho. Le
confirmaba que estaba ahí con él
compartiendo esta apabullante e
incapacitante obsesión. Que no
estaba solo.

Ella arqueó las caderas y se empujó
contra él en un intento de introducir
su erección en su interior. Cuando
esta fue recibida únicamente con
humedad, Pedro supo que estaba más
que preparada, pero no hizo el
movimiento definitivo. La quería con
locura, le quería dar placer como
nunca antes lo hubiera
experimentado.

Se arrodilló con la erección
bamboleando en todas direcciones y
formó un camino de besos desde sus
pechos hasta el vientre. Paula se
encogió y gimió cuando le hundió la
lengua en el ombligo. Se quedó
jugando con él por un momento y
disfrutó de sus movimientos
nerviosos al mismo tiempo que el
deseo aumentaba dentro de ella.

Besó toda su piel hasta que llegó a la
pelvis y luego hasta una de las
caderas, donde siguió dándole besos
dulces y suaves. Le recorrió la pierna
con la lengua hasta luego subir por el
interior de su muslo y llegar poco a
poco cerca de su sexo. Pero se
detuvo antes de alcanzar esa carne
tan íntima.

El suspiro de frustración que ella
soltó lo hizo sonreír.
Le hundió los dientes levemente en el
interior del muslo y, a continuación,
la lamió con la lengua antes de
dirigirse hacia abajo acariciándole
todo el interior de la pierna hasta
llegar al tobillo con los dientes.

Sus dedos del pie eran pequeños y
rosados, un tono delicioso que la
complementaba bien. Se metió el
dedo gordo en la boca y lo succionó
tal y como había hecho con los
pezones. Luego hizo lo mismo con los
demás.

—Dios, haces que las cosas más
simples parezcan increíblemente
eróticas —dijo ella sin aire—. Nunca
me habían chupado los dedos del
pie. Habría dicho que es asqueroso,
pero tu boca es puro pecado.

Él la miró por encima de su pie
levantado.
—¿Asqueroso?

—Olvida que he dicho nada.
Continúa.

Pedro se rio y luego le bajó la pierna
para comenzar todo el proceso con la
otra cadera hasta llegar, besándola y
lamiéndola, a esos pequeños y
deliciosos dedos del otro pie.

Succionó todos y cada uno de ellos
con la boca, primero entreteniéndose
lamiendo las yemas y luego
chupándolos con más fuerza.
Le encantaba que Paula fuera tan
femenina y al mismo tiempo tuviera
esa personalidad tan fuerte y que no
se amilanara. Iba a ser un reto, uno
que recibiría gustoso para variar un
poco de las mujeres a las que estaba
acostumbrado. Incluso era posible
que lo mantuviera firme durante las
siguientes semanas.

Quería mimarla y consentirla a más
no poder. Quería darle todos los
caprichos que quisiera. La quería ver
sonreír, y quería ser él el que le
provocara la sonrisa. Quería que ese
brillo que tenía en los ojos fuera por
él, y, si eso lo convertía en un cabrón
egoísta, egocéntrico e interesado,
podría vivir con ello perfectamente.

La agarró por ambos pies y tiró de
ellos para estirarla y extenderle las
piernas mientras él se arrodillaba
entre sus muslos. Estaba
completamente abierta a él. La suave
y rosada carne de su sexo brillaba
bajo la tenue luz de la lámpara.

Depositando uno de los pies de
Paula contra su hombro, alargó
la mano y pasó un dedo por la unión
de su vulva y luego lo introdujo en su
interior. Sentía los tejidos ajustados
de su vagina abrazarlo con fuerza y el
sudor le comenzó a caer de la frente.
Quería hundirse en su interior tanto
que estaba a punto de correrse.

Se echó hacia delante y la lamió
desde la entrada de su cuerpo hasta
el clítoris de una sola y violenta
lengüetada que la hizo arquearse en
la cama. Soltó un grito. Su nombre.

Una orden urgente para que la
satisficiera. Podía sentir que
Paula estaba al borde de la
impaciencia, lo que no suponía
ningún problema porque él tampoco
podía contenerse ni un solo segundo
más.

Acercándose a ella, pedro se agarró el
pene erecto y lo pegó junto a la
entrada de su sexo. Durante un
momento jugó con ella introduciendo
y sacando de su interior apenas tres
centímetros hasta que
ella gruñó de frustración.

Curvó los labios en una sonrisa
mientras se introducía en su interior
centímetro a centímetro y disfrutaba
de la genial sensación de ser acogido
dentro de su cuerpo y de recibir sus
movimientos en contra, para por fin
albergarlo por completo.

—Eres un maldito provocador —le
dijo airadamente—. Dios, Pedro.
¡Quieres follarme ya!

Este dejó caer sus piernas sobre la
cama y entonces se inclinó por
encima de su cuerpo para colocarse
de modo que pudiera embestirla más
profundamente. Entonces la besó aún
con la sonrisa en los labios.

—Eres tan mandona… —le contestó
con burla.
Ella alargó la mano y lo agarró por la
cabeza para tirar de él y besarlo con
una fuerza y una exigencia que
corroboraba firmemente su
afirmación.

Se siguió adentrando en su apretada
humedad hasta que sus caderas
tocaron las de ella.

—Joder, lo que me haces… —dijo
Pedro en un susurro atormentado.

Paula envolvió las piernas
alrededor del torso de él y cruzó
los tobillos en su trasero. Se elevó
hacia arriba queriendo más. Maldita
sea, él quería más. Nunca tendría
suficiente.

Posando las manos a cada lado de su
cabeza, Pedro comenzó a bombear
dentro y fuera de su cuerpo.
Empujaba y se introducía bien
adentro de su cuerpo. Se mantenía en
lo más profundo de su ser antes de
deslizarse fuera y volver a enterrarse
de nuevo en ella con un ritmo erótico
y seductor.

—Dime lo que necesitas —consiguió
decir Pedro con los dientes apretados
—. ¿Estás cerca de correrte, Paula? ¿Qué necesitas?

—A ti —respondió simplemente. Esas
dos palabras le llegaron justo al
corazón—. Solo a ti.

Pedro no le tuvo que decir que lo
mirara a los ojos. Su mirada, dulce y
comprensiva, estaba bien fija en él
con el brillo de excitación inundando
sus dos pupilas.

Aumentó el ritmo de las sacudidas
mientras embestía y se movía contra
ella. Paula se agitaba y
convulsionaba con él en su interior.
Pedro sintió el comienzo de su
orgasmo mientras se deslizaba por
todo su miembro y lo estrujaba tanto
que provocó el suyo propio.

Era como estar del revés. El éxtasis
que sintió no fue como nada que
hubiera experimentado antes. Era la
descarga de adrenalina más grande
que hubiera tenido en su vida.

El primer chorro de semen salió de
su cuerpo de forma tan dolorosa y
tan intensamente placentera que
perdió la conciencia de todo menos
de su pene, que se enterraba en ella
una y otra vez. Paula se quedó
laxa en la cama con el pecho
subiéndole y bajándole en rápidas
sucesiones y los ojos fijos en los
suyos tras correrse. Pedro siguió
hundiéndose en ella incluso cuando
las últimas gotas de semen
abandonaron su cuerpo. No quería
que esa sensación tan buena
terminara nunca.

Paula rodeó sus hombros con los
brazos y le masajeó la espalda con las
manos asegurándose de que las uñas
le arañaran la piel ligeramente. Él
gimió y se estremeció de pies a
cabeza. Embistió contra ella y se
quedó en su interior al mismo tiempo
que bajaba el cuerpo para que
descansara encima del de ella.

Deslizó la manos por debajo del
trasero de Paula y la pegó más a
él, no quería perder esa conexión. Si
de él dependiera, se quedaría pegado
a ella con el miembro en su interior
de forma permanente. Nada en la
tierra lo podía hacer sentirse mejor.

—Mmm, eso ha sido muy placentero
—dijo Paula con una voz
adormilada y completamente
satisfecha.

Pedro no tenía nada que decir porque
no existían las palabras adecuadas
para expresar lo derrotado que se
encontraba ahora mismo, y no quería
que ella ni nadie supieran lo
vulnerable que se sentía en esos
momentos.

Le besó la sien con cuidado de no
moverse para seguir permaneciendo
en su interior. No la iba a dejar hasta
que no tuviera más remedio que
hacerlo. Era retorcido, pero le
gustaba el hecho de que ella
aparentemente fuera tan posesiva con
él como Pedro era con ella.

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3 caps!

Gracias por la onda! Comenten porfa! Besos
Soy @letipauliter

8 comentarios:

  1. Wowwwwwwww, cuántas confesiones!!!!!!!!!!! Excelentes los 3 caps Leti!!!!!

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  2. Aaaaaaah!! me encantooooooo!!!! Muy buenos los capitulos leti!!!!!

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  3. Muy buenos!! El se hace el duro pero esta perdidamente enamorado! mimiroxb

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  4. pequeña pregunta se viene la paula dominante en la cama ósea pp se dejara dominar??? contesta o te quemó el rancho

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    1. Ja a paula le va a gustar lo duro, y pedro puede ser dominado.. Graciasxleer !

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  5. Jajajajaj bien por Pau, ya lo tiene . Aunque se haga del duro, se esta enamorando de ella :))

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  6. Me encantaron!!! Me parece que pedrito se esta enamorando... ya quiero saber como sigue :)
    @nadiaa2012

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