jueves, 4 de septiembre de 2014

Capitulo 47

Tan pronto como estuvieron tras sus
puertas, Pedro dejó caer las cajas en
el suelo y arrastró a Paula hasta
el salón para colocarla encima de la
gruesa y afelpada alfombra de piel de
borrego.

—De rodillas —le dijo con
brusquedad.
Desconcertada, ella hizo como le
había ordenado y se arrodilló encima
de la suave alfombra.

Se empezó a desabrochar los
pantalones, se bajó la cremallera y
luego se sacó el pene semierecto. Se
acarició de arriba abajo mientras la
observaba en todo momento y fijaba
la mirada con avidez en su boca. Ella lo contempló con fascinación
mientras su erección se tensaba y se
hinchaba hasta ponerse dura como
una piedra. Verlo masturbarse y darse
placer era erótico y hermoso. La
anticipación que se respiraba en el
aire era intensa; Paula podía
sentir su excitación y su deseo correr
a través de su cuerpo.

Pedro deslizó la mano hasta el glande
y lo apretó ligeramente antes de
volver a bajar la mano hasta la ingle.
La diferencia de lo grande que ahora
era con respecto a antes se hacía
incluso más patente. Paula sabía
qué era lo que le iba a ordenar antes
incluso de que él abriera la boca.

Imaginárselo era lo único que podía
hacer para no juntar los muslos y
calmar y aplacar el acuciante dolor
que tenía entre las piernas. La boca
se le hacía agua por las ganas de
tenerlo entre sus labios y saborearlo
con la lengua.

Él le había dicho que tendría su
oportunidad, y ahora era el
momento.

—Hoy ha sido todo para ti, Paula. Ahora lo es para mí. Abre la
boca.
Apenas tuvo tiempo de procesar la
orden antes de que Pedro se deslizara
con fuerza bien dentro de su boca.

La
sensación de contraste de duro a
suave y aterciopelado la trajo hasta
un estado de gran sensibilidad.
Paula inspiró profundamente y
saboreó su olor y su sabor. Estaba
muriéndose por tenerlo dentro de
ella. Lo quería en su interior,
poseyéndola. Nunca tenía suficiente
de él.

Pedro hundió los dedos en su pelo y
le agarró la cabeza. Se la mantuvo ahí
quieta mientras él se retiraba y luego
volvía a apoderarse de nuevo de su
boca.

—Ah, Paula. Tu boca es tan
placentera… He soñado con esto. Con
follar esos bonitos labios y correrme
en tu boca.

Ella cerró los ojos cuando sus
movimientos se volvieron más
vigorosos y provocaron que el cuerpo
entero le temblara. No es que fuera
ninguna experta haciendo mamadas,
pero tampoco se trataba de una
principiante en lo que a sexo oral se
refería, así que estaba
completamente decidida a hacer que
Pedro olvidara a todas esas otras
mujeres que habían tenido los labios
alrededor de su polla.

Lo lamió y lo succionó; dejó que
continuara deslizándose dentro y
fuera de su boca mientras ella
colmaba de atenciones su rígido tallo.
El gemido que Pedro soltó llenó sus
oídos con total satisfacción y avivó la
confianza que sentía en sí misma, así
que tomó la iniciativa y lo acogió con
más profundidad dentro de su boca.

—Joder —gimió—. Eso es, nena. Más
adentro, más fuerte. Me encanta
sentirte. Me encanta la forma en que
tu garganta se convulsiona alrededor
de mi polla. Acógela… más adentro.
Toda entera. Eso es.

Los dedos se enredaron con más
fuerza en su pelo hasta que a Paula le fue imposible moverse. Se dio
cuenta de que Pedro quería el
control. Quería dirigir la acción. Por
tanto, ella accedió y le dejó que se
saliera con la suya.

Relajándose, echó la cabeza hacia
atrás para poder acogerlo más en su
interior y se obligó a sí misma a
aceptar lo que fuera que él quisiera
darle. Quería que él
estuviera satisfecho. Quería sacudir
todo su mundo.

Pedro la embistió, imponiéndose más
que antes en su interior, y luego se
quedó ahí en lo más hondo de su
garganta con la nariz de Paula
pegada a su ingle. Justo cuando ella
empezó a luchar en busca de aire, la
soltó, se salió de ella y la dejó que
respirara.

Entonces se acercó de nuevo a su
boca, teniéndola aún bien agarrada
por el pelo. Restregó su miembro por
encima de sus labios y luego se
hundió con fuerza en su garganta.
—Dios, lo que me haces… —dijo con
voz ronca—. Quédate de rodillas,
Paula. Voy a correrme en tu
boca y quiero que te lo tragues todo.

Ella podía saborear ya el líquido
en su lengua, así que
sabía que estaba cerca. Todo el
cuerpo de Pedro estaba
completamente tenso, señal de que el
inminente orgasmo estaba a punto de
estallar. No era un baile sensual y
lento hasta encontrar placer al final,
no. Más bien iba rápido y directo al
grano.

Pedro comenzó a moverse rápido y
con fuerza. Sonidos húmedos hacían
eco en sus oídos mientras sus mejillas
se llenaban con cada arremetida.
Aunque Paula supo que su
orgasmo estaba a punto de llegar,  la cogió
igualmente por sorpresa. Le tiró del pelo hasta rozar
el límite del dolor, pero ella lo
ignoró. Pedro se puso de puntillas y
empujó las caderas hasta que Paula estuvo casi abrumada por la
profundidad de su entrada.

Durante
un buen rato, se quedó ahí enterrado
en su garganta mientras los últimos
resquicios de su simiente caían
dentro de su boca. Cuando terminó,
le soltó el pelo por fin y lentamente
dejó que su miembro se saliera de su boca.

Se
obligó a sí misma a fijar su mirada en
él. Quería ver su satisfacción, su
aprobación.
Sin embargo, todo lo que encontró
fue arrepentimiento. Pedro la agarró
con suavidad para ponerla de pie y le
acarició los brazos desde los
hombros hasta las muñecas mientras
la miraba fijamente.

—No tengo remedio contigo, Paula. Te hago promesas que no puedo
cumplir. No soy yo cuando estoy
contigo. No estoy siquiera seguro de
gustarme ahora mismo. Pero no
puedo parar. Dios, incluso si eso
hace que me odies, no puedo parar. Y
no pararé. La necesidad que tengo de
ti me consume y no se va.

Impresionada por su franca admisión,solo pudo mirarlo a los
ojos mientras su corazón latía y
golpeaba contra las implicaciones que
esa confesión conllevaría.

Pedro le acarició la mejilla con
suavidad con el arrepentimiento aún
ensombreciendo sus ojos azules.
—Ve y vístete para esta noche. No
nos quedaremos demasiado tiempo en
la fiesta, así luego podremos ir a
cenar.

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