martes, 9 de septiembre de 2014

Capitulo 61

Esas palabras ilícitas y obscenas la
llevaron justo al límite. Arqueó la
espalda y la otra mano se fue directa
a la mesa mientras se corría
alrededor de su miembro. El semen
caliente salió disparado dentro de su
sexo e hizo que le fuera más fácil
deslizarse en su interior. El sudor le inundaba la
frente y su rostro denotaba esfuerzo,
pero cuando Pedro abrió los ojos,
estos brillaron con una pasión
primitiva.

Durante un momento largo se quedó
ahí, mirándola y pegando las caderas
contra su trasero. Luego se salió y la
dejó relajada y saciada encima de la
mesa.

—Eres tan preciosa —gruñó—.

Oh, dios, le encantaba cuando le
hablaba así. Paula se estremeció
y su sexo se encogió.

—Por Dios, Paula. Me pones
cachondo. No puedo esperar a llenar
ese culito tuyo.

Pedro le bajó las piernas y alargó la
mano hasta sus brazos para alzarla y
bajarla de la mesa.
—Ve a lavarte —le dijo con voz ronca
—. Déjate el dildo puesto hasta que
yo te lo quite.

Con las piernas que le temblaban,
Paula se dirigió al cuarto de
baño con el dildo ardiéndole y
excitándola de nuevo mientras
andaba. La presión era abrumadora y
maravillosa.

En el mismo instante en que salió del
baño, Pedro estaba ahí esperándola.
Se la pegó contra sel pecho y le dio
un beso castigador que la dejó sin
aliento.

—No me vuelvas a desobedecer —le
advirtió.

—Lo siento —le dijo con suavidad—.
Se me olvidó.

Los ojos de Pedro brillaron mientras
la miraban a la cara.
—Apuesto a que no se te olvidará la
próxima vez.

Enfurruñarse era una actitud infantil
e inmadura, pero le daba igual y ahí
estaba haciendo un puchero como si
fuera una niña de dos años. Él sabía
perfectamente lo que le estaba
haciendo, y Paula ya estaba
fantaseando seriamente con todas las
formas con las que pudiera hacerlo
sufrir a él.

Incluso tras el asombroso orgasmo
que le había provocado, seguía
inquieta y de los nervios. ¡Necesitaba
correrse otra vez! Ese maldito dildo
la estaba volviendo loca, y él lo sabía.

Pedro estaba sentado, así sin más, al
otro lado de la sala, frente a su mesa,
y actuaba como si no acabaran de
follar como animales sobre esa
misma mesa.

El interfono sonó, un hecho poco
usual, y Paula, como siempre, lo
ignoró y se centró en la tarea que
Pedro le había puesto para ese día en
particular. Pero cuando escuchó lo
que Eleonor dijo, inmediatamente
puso la oreja mientras intentaba
aparentar que no estaba prestando ni
la más mínima atención.

—Señor Alfonso, eh… la señora Alfonso
está aquí y quiere verle.
Pedro se enderezó en la silla con un
gesto de sorpresa en todo el rostro.

—¿Mi madre? Claro, dile que entre.
Al otro lado de la línea se escuchó
una ligera e incómoda tos.

—No, señor. Dice que es su esposa.
Paula apenas pudo controlar la
boca antes de que se le abriera de la
estupefacción. Guau… la mujer tenía
ovarios para presentarse en la oficina
de su exmarido afirmando ser la
señora Alfonso.

—Yo no tengo esposa —respondió
Pedro glacialmente.
Se escuchó un suspiro y Paula
sintió pena de Eleonor. Esta situación
tenía que ser tremendamente
incómoda para ella.

—Dice que no se irá hasta que la
reciba, señor.
Oh, mierda. Esto no podía terminar
bien.

Alzó la mirada esperando
ver a Pedro furioso. Pero se lo veía
tranquilo e impávido. Como si el
hecho de que su exmujer viniera a la
oficina fuera algo normal y corriente.
—Dame un minuto y luego dile que
entre —dijo Pedro con un tono
neutro.

Entonces levantó la mirada hasta
Paula.
—Si nos perdonas… Puedes esperar
con Eleonor o tomarte un descanso.

Se levantó más contenta
que unas pascuas por salir del
despacho. La temperatura había caído
sus buenos diez grados. Caminó tan
rápido como pudo al tener el maldito
dildo metido en el culo, y salió justo
cuando la ex de Pedro estaba
entrando en el pasillo.

La había visto antes. Había
visto fotos. Lisa era una mujer guapa.
Era alta y elegante y no tenía ni un
pelo mal colocado. Era la mujer
perfecta para un hombre como
Pedro Se la veía tan refinada y rica
como el.

Hacían muy buena pareja, tuvo que
admitir. Con el pelo rubio
platino de Lisa y el casi negro
azabache de él, contrastaban a la
perfección. Los ojos de Lisa eran de
un verde apagado mientras que los de
Pedro eran de un exquisito azul
intenso.
Lisa pasó por su lado mientras le
sonreía ligeramente. Era humillante
para Paula estar ahí con un
dildo que le había insertado no
mucho antes mientras su exmujer
desfilaba por su lado. Las mejillas le
tenían que estar ardiendo.

—Gracias —murmuró Lisa.

Paula cerró la puerta cuando
esta entró y se paró un momento a
pensar en los valores éticos de lo que
estaba contemplando hacer.
A la mierda. ¿Qué es lo peor que
podría suceder? ¿Más azotes?
Pegó la oreja a la puerta y luego echó
una mirada con nerviosismo al pasillo
para asegurarse de que nadie la veía.

Se estaba muriendo de curiosidad, y,
posiblemente, a lo mejor también se
sentía un poco amenazada por la
visita de Lisa. La hacía sentirse
insegura y… celosa. Sí, podía admitir
los celos que tenía de la otra mujer.
Después de todo, ella había tenido lo
que Paula no tuvo y nunca
tendría.

El corazón de Pedro.

Escuchó con atención y al final pudo
pillar y descifrar sus palabras
conforme sus voces se alzaban.
—Cometí un error, Pedro. ¿No puedes
perdonar eso? ¿Estás dispuesto a
darle la espalda a lo que tuvimos?

—Tú fuiste la que se marchó —dijo
Él en un tono tan frío que a
Paula le entró un escalofrío—.
Esa fue tu elección. También fue tu
elección mentir sobre nuestra
relación y burlarte de todo lo que
compartimos. Yo no te di la espalda,
Lisa. Tú me la diste a mí.

—Te quiero —le dijo ella con una voz
tan suave que Paula tuvo
dificultades para entender—. Te echo
de menos. Quiero que volvamos
juntos. Sé que aún sientes algo por
mí. Lo veo en tus ojos. Me arrastraré,
Pedro. Haré lo que sea que tenga que
hacer para convencerte de que lo
siento.

Maldita sea, debían de haberse
alejado de la puerta, ¡porque no
escuchaba nada!

—¿Qué estás haciendo?

Paula se enderezó al instante y
pegó un bote del susto.

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La cacharon espiando...
Volvera Pedro con su ex?
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Soy @letipauliter

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