lunes, 1 de septiembre de 2014

Capitulo 41

—Te voy a llevar al otro pasillo, que
es donde están situadas las oficinas, y
luego iremos a la otra ala de la
planta, donde están todos los
cubículos.

Paula asintió y siguió a Eleonor
mientras esta atravesaba el área de
recepción y se dirigía al pasillo
opuesto de donde se encontraba la
oficina de Pedro. Cuando llegó a la
primera puerta, se detuvo y se
asomó.

—¿John? Hay alguien que quiero que
conozcas.
John levantó la cabeza mientras entraban en la
habitación. Era un hombre joven —
algo mayor que ella pero más joven
que Pedro— con gafas y vestido con
un polo. Cuando se levantó, pudo ver que también llevaba
pantalones informales. Estaba claro
que Pedro no hacía que todo el
mundo se vistiera con su misma
etiqueta.

—Esta es Paula Chaves, la
nueva asistente personal del señor
Alfonso —dijo Eleonor.

John alzó las cejas en un gesto de
repentina sorpresa pero no ofreció
ningún comentario.
—Paula, este es John Morgan,
nuestro director de marketing.

El hombre extendió el brazo para
estrechar la mano de Paula.
—Es un placer. Creo que
te gustará trabajar aquí. Alfonso es un
buen jefe y una fantástica persona
para la que trabajar.

—Encantada —dijo Paula
ofreciéndole una sonrisa.

—Al ser la asistente personal del
señor Alfonso, estoy seguro de que nos
tocará trabajar juntos con frecuencia.

Paula sonrió y asintió con la
cabeza sin saber qué más decir. Se le
daban fatal las conversaciones
triviales.

Justo como si sintiera su
incomodidad, Eleonor fue rápida para
despedirse.

—Bueno, te dejamos trabajar, John.
Estoy segura de que estás ocupado y
aún tengo que llevar a Pau por
toda la oficina.

—Hasta luego —dijo John—.
Bienvenida al equipo.

—Gracias —murmuró .

Siguió de nuevo a Eleonor hasta el
pasillo y repitió el mismo proceso
con otros cinco empleados, todos de
diferente posición dentro de la
gerencia de la compañía. El director
financiero era un hombre impaciente
e
inquieto que solo parecía estar
preocupado e irritado por la
interrupción. Incluso Eleonor fue
breve y se apresuró a sacarla de allí.

Las dos vicepresidentas que conoció
eran mujeres, una con mirada
inteligente y sonrisa cariñosa que
parecía estar en la treintena, y otra
ligeramente mayor —alrededor de los
cuarenta o por ahí— y que era
bastante habladora. Tuvieron que
intentarlo varias veces antes de poder
salir de allí, dejar las
oficinas y cruzar hasta el otro
extremo del edificio.

Allí conoció a una miríada de gente
cuyos nombres después sería incapaz
de recordar. Algunos la miraron de
forma pensativa cuando Eleonor la
presentó como la asistente personal
de Pedro. La verdad es que no podía
culparlos,no había tenido una
en años y además se daba la
circunstancia de que era la hermana
de Gonzalo. En el mismo momento en
que su nombre salía de la boca de
Eleonor todos la reconocían al
instante. Y con la misma rapidez sus
cabezas empezaban a funcionar
mientras se la quedaban mirando.

Oh, sí, estaba más que claro que iba
a ser el cotilleo del día.
Cuando por fin acabaron con las
presentaciones, la llevó hasta
la sala para los empleados y le
mostró dónde estaba la nevera y la
cocina completamente equipada.

Había un área para comer con un
montón de refrigerios y comidas
fáciles de preparar, un mueble con
una gran variedad de bebidas y
también un dispensador de agua.
Eleonor se giró y sacudió las manos
suavemente en el aire.

—Y este ha sido el gran circuito. Ah,
el lavabo de señoras está entre la sala
y aquella sección de cubículos.

Paula sonrió con cortesía.
—Gracias por tu amabilidad, Eleonor.
Agradezco que te hayas tomado el
tiempo de enseñarme todo esto.

—No es ninguna molestia. Si
necesitas algo, lo que sea, no dudes
en decírmelo. Me voy a volver ya a
mi mesa para liberar a Charlotte.

Paula la siguió pero se fue en
busca del servicio en vez de regresar
inmediatamente al despacho de
Pedro. Necesitaba ir al lavabo y
refrescarse. Aún sentía los efectos de
la noche anterior y estaba segura de
que tenía aspecto de estar resacosa.

Se metió en el último retrete y cerró
la puerta a sus espaldas. Casi al
instante, oyó cómo la puerta del
servicio se abría y más de una
persona entraba. Mierda, odiaba
hacer pis con más gente por ahí
pululando, y era evidente que esas
mujeres no venían a usar los retretes,
precisamente. El sonido del agua
correr en uno de los lavabos le dio el
tiempo suficiente para hacer sus
necesidades, pero, una vez estuvo
lista para salir y lavarse las manos,
las mujeres comenzaron a hablar y
Paula se quedó petrificada en el
sitio.

—¿Así, qué piensas de la nueva
asistente personal de Pedro?
La voz de la mujer estaba llena de
diversión, de incredulidad. Paula
quería morirse. Apenas habían pasado
unas horas y ya era la comidilla de
todos. Lo cual era de esperar, pero
hubiera preferido no tener que
escucharlo de primera mano.

—¿No es la hermana pequeña de
Gonzalo Chaves? —preguntó otra
mujer.

—Ajá. Supongo que ya sabemos cómo
ha conseguido el trabajo.

—Pobre. Probablemente no sepa
dónde se ha metido.

—No sé. Yo creo que yo también lo
haría —volvió a decir la primera
mujer—. Me refiero a que es rico,
guapo y he oído que es una bestia en
la cama. Literalmente. ¿Oísteis ese
rumor de que tiene un contrato que
les hace firmar a todas sus mujeres
antes de llevárselas a la cama?

—Me pregunto qué contrato es el que
ha firmado la nueva —dijo la segunda
mujer con la voz cargada de segundas
intenciones.

Paula oyó reírse al menos a tres
personas. Genial. Reunión de chicas
en el baño y ella atrapada. Se pegó
las rodillas al pecho encima del
retrete para que nadie pudiera verla
y rezó para que las mujeres no se
acercaran hasta allí.

—Yo preferiría ser la tercera en uno
de los tríos que se montan Gonzalo y Fabricio—dijo una de ellas—. ¿Os
imagináis tener a dos
multimillonarios dominantes en la
cama?

Paula puso los ojos en blanco y
le entró un escalofrío. Como si ella
quisiera escuchar todo eso sobre su
hermano…

—¿Cuál crees que es la historia que
hay detrás de esos dos?
—preguntó la
primera de las chicas—. Parece que
siempre van a por la misma mujer. Es
un poco raro, si me lo preguntas a
mí. O sea, no es que me importara
para nada montarme un trío con
ellos, pero para ellos es algo
habitual.

—A lo mejor son bisexuales.
Paula se quedó boquiabierta.
Joder. No es que les diera mucha
credibilidad a los cotilleos, pero
aparentemente el rumor que estaba
deambulando por ahí era que Gonzalo y
Fabricio tenían esta perversión suya de
montarse tríos y que Pedro no era el
hombre más solitario de esta
empresa.

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