martes, 2 de septiembre de 2014

Capitulo 44

Se alejó con piernas temblorosas y
abrió la puerta que estaba a varios
pasos de su mesa. El baño era
pequeño y claramente atendía solo a
las necesidades de un hombre, pero
al menos pudo recuperar la
compostura para evitar gritarle al
universo entero lo que acababa de
pasar.

Abrió el grifo de agua fría y se mojó
la cara; cuando volviera a su mesa
podría volverse a maquillar y retocar.

Una vez entró de nuevo en la oficina
pudo ver que Pedro estaba al
teléfono, así que ella se dirigió en
silencio hasta su mesa y cogió el
bolso para volver a darse polvos de
maquillaje y pintalabios y regresar a
continuación al trabajo. El problema
era que aún estaba
totalmente excitada, incluso después
del alucinante orgasmo que Pedro le
había regalado con su boca.

Al haberla poseído con tanta rudeza,
otro orgasmo se había empezado a
formar en sus entrañas y ahora
estaba toda inquieta y agitada y no
dejaba de recolocarse continuamente
en la silla. Su sexo estaba
completamente alerta. Cada vez que
se movía una pequeña ola de placer
salía disparada hacia su vientre.
El hecho de tener a Pedro justo
enfrente y necesitar correrse otra vez
tenía que ser alguna versión
personalizada del infierno.

En un esfuerzo por distraerse, Paula prestó atención a la conversación
que estaba teniendo Pedro al
teléfono. Estaba hablando de un
evento… ¿esta noche? Y diciéndole a
quien sea que estuviera al otro lado
de la línea que sí que iba a estar allí
y que se moría de ganas. Eso
probablemente fuera mentira, ya que
odiaba los eventos sociales aunque se
le dieran tremendamente bien.
Era demasiado directo e impaciente
como para verdaderamente
permitirse disfrutar de ser simpático
y cordial, pero era parte del trabajo.

Pedro atraía a nuevos inversores y
luego los fascinaba a ellos y sus
bolsillos.
Fabricio era el más extrovertido, tenía
un encanto natural que nunca se le
agotaba. Paula siempre se
preguntaba por qué, de los dos
mejores amigos que su hermano
tenía, se había decantado siempre
hacia Pedro. Fabri era guapísimo de
los pies a la cabeza. Y tenía una
sonrisa encantadora y matadora que
derretía a las mujeres por donde sea
que fuera.
Sin embargo, no era él el que la
atraía, sino que lo veía más como
Gonza. Un hermano mayor indulgente.

¿Pero Pedro? Nunca, jamás, lo había
mirado como a un hermano. Estaba
segura de que los pensamientos que
tenía sobre él no eran siquiera lícitos
en la mayoría de los casos. A lo
mejor era, simplemente, porque
Pedro era como más distante, y más
misterioso. Un reto.

No es que ella hubiera sido lo
suficientemente estúpida como para
pensar que podría conquistarlo.
Pedro era Pedro. Inflexible, sin
remordimientos y ninguna intención
de cambiar, lo cual era bastante
malo, porque significaba que Paula tendría que pasarse buscando a
algún otro hombre que se le igualara
durante bastante tiempo.

Se podía imaginar perfectamente a sí
misma comparandolo con
cualquier hombre que estuviera con
ella después de que él la dejara. No
sería justo para ellos, y, además,
para ella también sería una gran
pérdida de tiempo. Solo había un
único Pedro. Por lo tanto, tendría que
disfrutarlo mientras pudiera en el
presente y olvidarlo después.

Paula suspiró. Sonaba mucho
más simple de lo que con certeza ella
sabía que sería. Ya estaba medio
enamorada de él, y eso era antes de
que se acostaran. Algunos
encaprichamientos nunca
desaparecían, sino que se convertían
en algo permanente, obsesivo y
apasionado.
Aunque sabía que debía, no podía
controlar las emociones que Pedro
provocaba en ella. ¿Era amor? No
estaba segura. Había muchas palabras
que podría usar para describir su
fascinación por él. Nunca había
considerado sus anteriores relaciones
como algo a largo plazo, sino como
simple diversión. A sus amantes
anteriores los miraba principalmente
con afecto, pero no se acercaban ni
de lejos a lo que sentía por Pedro. La
cosa era que no tenía ni idea de si
era amor o una simple obsesión.

De todos modos, tampoco importaba
realmente. El amor solo era un lío del
que haría bien en alejarse todo lo que
pudiera, porque Pedro nunca la
correspondería. Pero el corazón no
siempre hacía caso y esta era una de
las cosas sobre las que podría no
tener control alguno.

Caroline le diría que dejara de
quejarse, que disfrutara de la
situación ahora y que no se
preocupara del futuro. Que viviera el
presente. Era un buen consejo, uno
que haría bien en seguir. Pero
también se conocía y sabía que se
preocuparía intentando analizar cada
palabra que pronunciara Pedro, cada
acto y cada movimiento, y haría de la
relación algo que en realidad no era.

Suspiró cuando las palabras en las
que estaba intentando concentrarse
tan empecinadamente se volvieron
borrosas. Respecto a sus primeros
días en la oficina, se podría decir que
no estaba revolucionando el mundo
con su ética de trabajo, a menos que
el increíble sexo que le había
proporcionado el jefe sobre la mesa
contara como revolución.

—Espero que te hayas aprendido bien
todos esos perfiles.
La voz de Pedro la sacó de su
ensimismamiento y ella volvió la
cabeza para comprobar que ya había
colgado el teléfono y que la estaba
mirando fijamente.
—Esta noche acudiremos juntos a un
evento. Es un cóctel que celebra un
posible inversor para nuestro resort
en California. Mitch Johnson. Su
información está en ese montón de
papeles. Tienes que saber todo lo que
puedas sobre él y su esposa, sus tres
hijos, sus intereses y toda la
información que haya detallada.
También acudirá más gente
importante a la fiesta, así que
asegúrate de estar familiarizada con
los otros nombres que encontrarás en
la carpeta, pero el más importante es
Mitch.

Paula hizo todo lo posible por
evitar que el pánico que le había
entrado se hiciera evidente. ¡Qué
rápido se había complicado todo!
—¿A qué hora? ¿Y cómo tengo que
vestirme?

—¿Qué tienes? Y no me refiero a ese
trozo de tela que llevaste en la gran
inauguración —dijo con un gruñido
—. Preferiría algo que te cubriera
más. Yo llevaré traje.

Paula frunció el entrecejo
mientras mentalmente visualizaba
toda la ropa que tenía. No es que
Gonzalo no le hubiera comprado todo lo
que ella quisiera, pero, aparte del
apartamento que le había comprado,
sí que intentaba desmarcarse
bastante de sus frivolidades. Su
armario era modesto en el mejor de
los casos, y el vestido que había
llevado a la gran inauguración era lo
único que tenía para una ocasión más
formal.

Pedro le echó un vistazo a su reloj y
entonces volvió a mirar hacia donde
estaba Paula.
—Si nos vamos ahora tendremos
tiempo de comprarte algo apropiado.

Ella sacudió la cabeza.
—No es necesario. Solo estoy
pensando en lo que sería adecuado
para una fiesta como esta.

Ignorando su objeción, se
levantó.
—Es parte del trato, Paula. Eres
mía, y yo mantengo generosamente lo
que me pertenece. Necesitarás más
de un vestido nuevo, pero hoy no
tendremos tiempo para más. Quizá la
dependienta pueda comprobar tus
gustos y decidir qué es lo que te
queda mejor para poder
complementar tu armario con ropa
diferente que recogeremos más
adelante.

Paula parpadeó, sorprendida,
pero Pedro, al ver que seguía sentada
allí, se desplazó con impaciencia y le
lanzó una mirada que le decía, sin
lugar a dudas, que empezara a
moverse. La joven cogió su bolso, se alisó la
falda y se precipitó hacia él con las
rodillas aún temblándole por el sexo
explosivo que antes habían
compartido en la mesa. ¡Y solo había
sido el primer día! Si de verdad
estaba siendo paciente y avanzando
lentamente, no podía siquiera
empezar a imaginar qué sería lo que
el futuro le depararía.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario