viernes, 12 de septiembre de 2014

Capitulo 65

Momentos depués la expresión de su
rostro se volvió más seria.

—No eres solamente una mujer
hermosa, Paula. No quiero que
lo olvides nunca. Tú eres más que
eso. No me dejes nunca que arrase
con todo y no deje nada a mi paso.

Sus crípticas advertencias
aumentaban en número. No estaba completamente segura de
saber qué hacer con ellas. ¿La
advertía a ella, o se advertía a sí
mismo? Era un enigma. Nunca estaba
completamente segura de lo que
pensaba a menos que estuvieran
teniendo sexo. Sus pensamientos
entonces eran más que evidentes; en
esos momentos sabía exactamente lo
que tenía en la cabeza.

Cuando llegaron al apartamento,
subieron y ella desapareció en el
cuarto de baño para prepararse. Si
iban a ir más elegantes, quería
impresionar a Pedro. Quería parecer
sofisticada, como si encajara a su
lado.
Se moldeó el pelo y entonces se hizo
un recogido que dejaba algunos
tirabuzones sueltos en la nuca y a los
lados del cuello. Se maquilló de
forma sencilla, solo con máscara de
pestañas y un brillo de labios de
color pálido que hacía que sus labios
destacaran, pero no de una manera
exagerada. Era un claro ejemplo de
que menos es más. El arte del
maquillaje consistía en parecer no
estar realmente maquillada.
El vestido era impresionante. Aún no
se podía creer lo bien que le
quedaba. Esos altos tacones que
llevaba le daban la altura necesaria
como para permitirle ponerse ese
vestido largo, con abertura de muslo
incluida, y le hacía las piernas mucho
más largas y curvilíneas.

Aunque Pedro se había quejado del
vestido con la espalda al aire que
había llevado en la gran inauguración,
había elegido este otro que tenía solo
dos tiras que se cruzaban por detrás.
El resto de la espalda iba al aire y
llegaba atrevidamente justo hasta la
línea donde se iniciaba su trasero. Su
coxis era bastante tentador, no hacía
más que invitar a los hombres a
posar las manos en él.

No llevaba sujetador; el corpiño era
lo bastante firme como para no tener
que preocuparse por el tema, pero el
escote bajaba hasta mostrar
ligeramente la parte superior de sus
pechos.
Era evidente que Pedro estaba de un
humor interesante. Normalmente se
mostraba amenazador con cualquiera
—especialmente con otros hombres—
que la viera con algún trapito
remotamente revelador. Pero esta
noche Paula se sentía y parecía
una fiera sexual. La gustaba la
confianza y seguridad que eso le
daba.

Cuando salió del cuarto de baño,
Pedro se encontraba sentado en el
borde de la cama, esperándola. Los
ojos le brillaron con inmediato
aprecio, lo que hizo que Paula se
girara. Levantó las manos, se dio la
vuelta y luego se quedó frente a él.
—¿Paso el examen?

—Joder, sí —gruñó Pedro.

Cuando este se levantó, Paula lo
miró con detenimiento también. El
caro traje de tres piezas hizo que la
boca se le hiciera agua. En otro
hombre luciría aburrido, casi formal.

¿Pero en Pedro? Resultaba divino.
Pantalones negros, chaqueta negra y
camisa blanca con el último botón
desabrochado. Iba informal y
exquisito, como si no le importara en
absoluto lo que la gente pensara, y
eso lo hacía parecer incluso más
atractivo.

—¿Me lo tomo como que en el sitio al
que vamos la corbata es opcional? —
bromeó.

Pedro le respondió con una media
sonrisa.
—Hacen la vista gorda conmigo.

¿Y quién no? ¿Quién podría decirle
«no» a Pedro Alfonso? Además del
hecho de que estaba forrado, tenía
un carisma natural que atraía tanto a
mujeres como a hombres por igual.
Todos respondían a él. Algunos lo
temían, otros lo odiaban, pero todos
lo respetaban.

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